Compartir este artículo

Microrrelatos

La abuela Blanca

La abuela Blanca

Algunos domingos por la mañana, después de tomar su segundo desayuno, la abuela Blanca leía el ABC, mujer fruto de su tiempo, de las circunstancias y bandos en los que le había tocado vivir.

Buena persona, creo recordar que la conocí por la década de los 80 y desde el primer momento me sentí como uno más de sus hijos.

Esto, lo sé de buena tinta, le pasaba a mucha gente, cualquiera que pasara por aquella casa, se quedaba a comer sin ningún problema, te sentías recogido, bien tratado y te reías.
En fin, que apetecía quedarse en aquella casa.

– ¿Que haces Blanca? pregunté una mañana de Domingo.
– Estoy viendo quienes han dejado de fumar – y se reía-, todos estos, señalando las esquelas funerarias del ABC, han dejado de fumar.

La miraba y una sonrisa se me escapaba.
– Así es abuela esos ya no gastarán más en tabaco,…y nos reíamos.

Al poco tiempo la abuela Blanca se puso muy malita, como decían los niños, e ingreso en el hospital, allí entre familiares que iban y venían, mascaras de oxigeno y tardes de tiempo que no pasa, la abuela Blanca dejo de fumar, …ella también.

En no sé qué momento cerré los ojos, como para desearle un buen viaje y de pronto la imagen de un Sol, como esos que calientan en mañana de Noviembre, se me apareció y caminando hacia el iba la abuela Blanca, sin prisa, tomándose su tiempo, joven como la había visto cien veces en alguna de esas fotos familiares, la sentía contenta y despreocupada…yo la miraba y me sentía bien.

Al pronto se detuvo, se volvió y mirándome:
– Adiós Fer, me dijo… mira lo que pasa por fumar ja ja ja, reía.
– Adiós Blanca gracias por tu cariño, conteste.

Cuando abrí los ojos la cama estaba hecha, las sabanas cambiadas y parecía que nadie había estado allí, salí de la habitación, fuera estaba la familia, les veía, pero no les oía, me sentía como ausente, y flotando, encamine mis pasos hacia el ascensor, pulse el botón de la planta que indicaba CAFETERÍA y al llegar pedí al camarero un café con leche, en vaso de caña, que son los cafés que pido cuando me siento bien y los que pido cuando quiero sentirme bien, me senté en una mesa, cerca había una señora muy mayor leyendo el ABC y fumando con deleite, me llamo la atención y cuando me quede mirando el periódico, ella me sonrío y con mirada pícara y burlona me dijo:

– Estos, refiriéndose a las esquelas, han…
-¡Ya se, ya se!, han dejado de fumar…nos reímos, ella me guiño un ojo, y siguió leyendo.

Compartir este artículo

Deja una respuesta

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

Ir a la barra de herramientas