¿Que? ¿Creen ustedes que estoy de broma? ¿Noche tranquila -pensarán- en Torremolinos, a finales de Julio…? ¿Dónde? y, sobre todo, ¿quienes se atreven a destrozar así el tópico, el cliché, el estereotipo del Torremolinos clásico y cinematográfico del Verano? Pues sí. Es posible y, además, en cuanto al resto de las preguntas, iré revelando sus respuestas si siguen aquí conmigo un ratito mas. A ver… les cuento:
Dónde.
La pasada noche, asistí a la presentación de un cortometraje. Y no en cualquier sitio. Fué en el «Chillout Cielo» del Hotel Costa del Sol, un rinconcito de paz y sosiego en medio de la vorágine consumista y acaparadora de sol, de sensaciones, de pescaítos, de sangrías y de cócteles. Voluntad por otra parte ociópata y nada epicúrea en el fondo. Pero resulta que aprendí hace mucho que los lugares tienen alma: el alma de las personas que los habitan. Y teniendo Torremolinos tantísima variedad de ellas, tanta como grupos humanos lo visitan y lo habitan, me rodeé de un grupo de esas almas buscadoras -cada una buscando lo suyo- entre quienes se desarrolló esta presentación…
Quienes.
Y hablando de almas, alma sobre todo, es lo que Marta Cora Castro, ha puesto en su «corto» La Pareja. La ha puesto como ingrediente fundamental del relato. Dice el propio Jesús de Nazaret, según nos lo cuenta el evangelista Lucas: «…porque de lo que rebosa del corazón habla la boca». Pues es el»alma grande» de esta bailarina, coreógrafa, actriz, poeta, viajera, pintora, narradora y mil cosas más que su modestia oculta, la que, no cabiendo más en su cuerpo, rebosa y riega abundantemente a todo y a todos los que forman su mundo. Entre ellos a su equipo de actores y técnicos que, se nota, viven cómodamente invitados en él.
En la foto, junto a otro amigo: Iván Castro, un amante de la verdad, entre otras cosas. Un tipo que es capaz de meter la nariz de las aeronaves que pilota en las pistas más inverosímiles y diminutas, con la misma determinación que es capaz de meter sus propia narices en los diminutos resquicios que nos deja la «verdad oficial», para trascender el discurso fácil y precocinado que nos sirven los grandes medios.
Los Porqués…
Difícil pregunta. Aunque se podía resumir recurriendo al refranero popular: «Dios los cría y ellos se juntan». Porque nos reunía, sí, al numeroso público asistente, la presentación de un corto. Pero, sobre todo, su contenido: partes del alma de Marta Cora, que resonaban en nosotros. Un canto desesperado y esperanzado a la vez -un oxímoron con vida propia- a la amistad, al amor y al silencio. Silencios llenos de vida, que comunican mucho más que la abundancia de palabras vacías de ella. Silencios, solamente rotos por la palabra justa, el acorde preciso o la velada luz…
El jabón mojado.
La verdad, pienso, es como una pastilla de jabón mojada: si la aprietas se te escapa indefectiblemente. La única manera de «tenerla» es posada, suavemente en la palma de la mano. Asi, la realidad mas íntima y profunda de las cosas, las personas y las situaciones solo pueden ser aprehendidas, dejándolas reposar suavemente en nuestra experiencia. Sin «apretarlas», sin intentar entenderlas, dominarlas o poseerlas, porque escaparán para siempre.
¿No nos basta con disfrutar del privilegio de asistir a este inmenso espectáculo cotidiano que, a veces con desdén, llamamos la vida? La posibilidad de echar un brevísimo vistazo a una parte minúscula de esta cosa tan enorme que llamamos, sin saber muy bien de que hablamos, universo. Sólo este pensamiento debería bastarnos para estar extasiados la mayor parte del día. Así miré y vi el cortometraje presentado: como el privilegio de ver una pequeña muestra de un espíritu mas basto, mas visionario, mas audaz…
Una partida maestra.
Me parece que Dios si que juega, a veces, a los dados. Einstein diría que no. Un teólogo diría que Dios es Dios y puede jugar a lo que le de la gana. Yo creo que juega y mucho. Y además creo que es un jugador un poco «tonto»: juega con los dados «cargados» a nuestro favor. A veces, con jugadas extrañas que no entendemos y solo podemos admirar. Creo que las hace para divertirme un rato. El sentido del humor de Dios, debe ser, necesariamente, infinito.
Cuando nuestra maestra de ceremonias y organizadora del evento, la actriz Rosa Castro, nos ofreció una fortísima y emocional interpretación de Piazzola que, de puro argentino, esa noche se hizo uruguayo como Marta, empecé a vislumbrar una extraña jugada. ¡Otra vez!
En un momento dado, creí descubrir otra «mano tonta» de Dios, que también llaman coincidencias. Personas de distintos orígenes, por diversos motivos y sin ninguna relación entre ellos, mas que de amistad en algún caso, tenían esa noche la ocurrencia de llamarse Castro. Y no pude mas que pensar que, a veces, la vida son una cadena de sueños, las casualidades son apariencias y la realidad una vibración de estúpidas partículas subatómicas en un inmenso vacío. Pero apareció en mi mente el auxilio que necesitaba mi transitoria, aunque peligrosa cordura. Las palabras de otra alma gemela, un amor que trasciende el tiempo y que me acompañó en mis nostalgias y morriñas de juventud. ¡ Como no… ! Doña Rosalía de Castro, que nos consuela diciendo: «Es feliz el que soñando muere. Desgraciado es el que muere sin soñar». Pues eso digo yo: ¡A soñar que son dos días!