Se fue sin despedirse, como si nadie se hubiese atrevido a redactar un final así de injusto. Le ocurrió lo que a Mozart: los viejos laureles se habían marchitado hacía ya tiempo. Sólo el futuro medirá el verdadero valor de su obra.
Hace más de un mes recibí una llamada suya: en la pantalla del móvil se iluminaba con el rostro y el nombre de don Gabriel Bermúdez Castillo. Hombre, el maestro, me dije, ¿qué querrá? De inmediato supe que algo se rompería de manera definitiva en cuanto descolgase. No era él, sino su hija Isabel. Como había intuido, el presente se hizo añicos. Todo el dolor del mundo cabía en la voz desportillada de Isabel. Tragué saliva y apreté los dientes con la certeza de que el pasado me había atropellado sin concederme el desquite de la despedida: el maestro volaba ya muy lejos, rumbo a su propio destino Wu Wei.
A Gabriel, de profesión corredor de comercio colegiado y notario, le conocí en el Festival Celsius de Avilés (de aquella ocasión es la foto de la derecha). Allí estaba él con su nueva novela, la Biblioteca del Laberinto le había publicado “Espíritus de Marte”. Corría el año 2012. Allí tuve ocasión de conocerle y de admirar su humildad y franqueza. Yo, que me había apresurado a rendir justa pleitesía a varios de sus títulos como “Viaje a un planeta Wu Wei” y “El señor de la rueda”; yo, que llevaba por aquel entonces apenas unos añitos en el mundillo escritoril del género, era valorado de igual a igual como un colega de profesión. No me llames maestro, dime compañero, me regañaba.
Enseguida la amistad se consolidó con el paso de los años, los mails y las llamadas telefónicas más interminables. Con su beneplácito, planeamos la reescritura y posterior publicación de uno de sus más viejos proyectos: “Las memorias de un astronauta del Siglo XIX”. Un par de desgraciados accidentes y la enfermedad final han dejado inconclusa por segunda vez esta gran novela. Por expreso deseo de la familia, no se facilitó la noticia de su fallecimiento hasta ayer día 19 de julio, dos meses después de su precipitada marcha. Ahora únicamente resta llorar a todo un maestro de la literatura y devolverle el hueco que la desmemoria y las nuevas generaciones de editores, lectores y escritores desmemoriados le han arrebatado.
La enorme fuerza y pasmosa originalidad de todos sus temas y personajes, el erotismo que destilan muchas de sus descripciones, y el sarcasmo y la socarronería de la picaresca barroca le habrían bastado para, de haber nacido en Inglaterra o en los Estados Unidos, asegurarle un asiento en el Olimpo de los maestros de la Ciencia Ficción. Sin embargo tuvo la desgracia literaria de venir a este mundo en un país “de cuyo nombre no quiero acordarme”, y así le ha lucido. Es por ello que los que quedamos aquí, y valoramos su talla artística, estamos obligados a luchar porque se valore en su justa medida semejante legado narrativo.
En esa guerra nos encontrará siempre, maestro, amigo, por muchos años que transcurran. Palabra de compañero. D. E. P.
Enlace a la Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Berm%C3%BAdez_Castillo
Enlace a su página personal: http://www.gabrielbermudez.es/index.html
Acabo de leer la noticia y me he quedado petrificado. No sabía que había muerto. ¡Cuánto lo siento!