Hablando de la capacidad de amar, necesariamente debemos hablar de «amor», entendido como una sensación auténtica y libre de que dos personas intercambian, ya sean pareja, padres e hijos, buenos amigos. Saber cómo vivir un sentimiento importante y puro ayuda a las personas a liberar sus emociones, pero también a agudizar la comprensión de la otra persona. Amar a los demás y dejarte amar, experimentar plenamente este sentimiento, no es tan obvio y ni siquiera es lo mismo: las formas de amor son muchas.
Amor de los niños hacia sus padres.
Un fuerte sentimiento hacia el color que nos guía y nos brinda cuidado y protección, siempre presente en el momento de necesidad. Un amor incondicional, sin filtros, que pide la cercanía de un niño a la figura que seguramente marcará su capacidad de apego.
El amor de los padres por sus hijos.
Podemos decir que la visión es la misma que la descrita anteriormente, solo que las partes se invierten. El padre, adulto y sano, cuida de su hijo tratando de crecer mejor al satisfacer sus necesidades primarias pero también las secundarias.
Amor romántico
Este tipo de amor se desvía de los demás, describe la necesidad de compartir una dimensión física, una intimidad sexual, una cercanía emocional de alguien que nos hace sentir «especiales».
Podemos buscar sus raíces en la teoría del apego, raíces que se han desarrollado y han hecho crecer nuestra capacidad de amar y ser amados. John Bowlby, pediatra y psicoanalista, dijo que «el apego es una parte integral del comportamiento humano desde la cuna hasta la tumba». Gran parte de la personalidad de un individuo comienza a tomar forma precisamente con el vínculo que tenemos con nuestras principales figuras de apego durante la infancia.
La influencia de la infancia.
El modelo de apego, que se desarrolló durante los primeros años de vida, se deriva de la relación con la figura de referencia e influirá en la relación con él incluso durante la infancia. Posteriormente, se convierte en un aspecto en el que se basa la estructura de personalidad del adulto e influirá en las relaciones futuras. De esto podemos deducir que un padre «frío y distante» puede formar un niño que madura una imagen de sí mismo privado de la capacidad de despertar en las otras respuestas positivas y afectuosas, esta situación tiende a hacer que el niño canalice sentimientos negativos. Esfera social (rebelión, disputa, agresión), o eliminarlos para su defensa.
Si, por otro lado, la figura de apego es ambigua, impredecible, disponible de forma alternativa e inconsistente, presentándose como hipercontroladora e intrusiva, el niño siempre tendrá esa sensación de ser amado a veces y otros no, y por lo tanto tenderá a la pasividad o apego extremo.
El apego que se define como «seguro» es uno en el que la figura de referencia está permanentemente disponible para responder de manera positiva y adecuada a las solicitudes de cercanía y comodidad. El niño será un futuro adulto seguro y, al mismo tiempo, curioso e independiente, capaz de vincularse con el otro de una manera auténtica sin buscar necesariamente en las relaciones las necesidades primarias que no se hayan satisfecho antes.
Psicólogo Te Motivan
Carlos Casaleiz