Un grupo internacional de científicos ha encontrado en Siberia Oriental (Rusia) restos de dos pequeños dientes de leche humanos, pertenecientes a miembros de una antigua población hasta ahora desconocida que habitó la zona hace unos 30.000 años y que podría proporcionar nuevas pistas para develar el misterio del verdadero origen de los primeros pobladores que llegaron a América del Norte.
Las dos piezas pertenecían a dos niños varones no emparentados y fueron desenterradas de un sitio arqueológico de la República de Sajá, cerca del río Yana, más al norte del círculo polar ártico. Junto con estos, se descubrieron herramientas de piedra, objetos de marfil y huesos de animales. Este hallazgo hace parte de un amplio estudio publicado esta semana en la revista Nature en la que los investigadores analizaron el ADN de los restos de 34 individuos encontrados en otros lugares de la región, que datan de entre 600 y 31.000 años.
Tras analizar los datos extraídos de los dientes y demás artefactos pudo concluirse que se trata de la evidencia más temprana de la ocupación humana en ese territorio. Además, los fragmentos dentales representan los restos humanos más antiguos del Pleistoceno encontrados en latitudes tan altas, de acuerdo con los científicos.
«Parte importante de la historia de la humanidad»
«Estas personas fueron una parte importante de la historia de la humanidad, se diversificaron casi al mismo tiempo que los antepasados de los asiáticos y europeos actuales y es probable que en algún momento ocuparan grandes regiones del hemisferio norte», aseguró Eske Willerslev, coautor del estudio y genetista de las universidades de Copenhague (Dinamarca) y Cambridge (Reino Unido).
Hasta ahora se creía que los antepasados de los nativos de América del Norte llegaron desde Eurasia a través del puente de Beringia, que cruzaba el estrecho de Bering y que quedó sumergido al final de la última Edad de Hielo. Sin embargo, esta nueva evidencia respalda la idea de que estos «antiguos siberianos del norte» —así los describe Willerslev— estaban poco relacionados con los cazadores-recolectores del oeste de Eurasia y probablemente llegaron a Siberia poco después de que los asiáticos se separaran de los europeos. Más tarde llegaron a la región otras poblaciones siberianas, incluidas aquellas de las que descienden los siberianos contemporáneos, que se remontan a Asia Oriental, detalla la investigación.
Martin Sikora, otro de los gestores del trabajo, señala que es posible que esa población haya sido «muy móvil» y capaz de adaptarse a los entornos extremos «muy rápidamente». «Estos hallazgos han cambiado mucho lo que pensábamos que sabíamos sobre la historia de la población del noreste de Siberia, pero también lo que sabemos sobre la historia de la migración humana en general», subrayó el científico.
«El eslabón perdido»
Por otra parte, los genetistas lograron determinar que el poblamiento de Siberia pudo haber trascurrido en tres olas migratoria importantes: la primera encabezada por los antiguos siberianos del norte que arribaron desde el oeste y dos olas posteriores desde Asia.
La información genética y un cráneo parcial encontrado en otra parte de Siberia —de hace unos 10.000 años— constataron que los antiguos siberianos se mezclaron con los miembros de las olas siguientes, participando así en el cruce final que resultó en aquellos humanos que emigraron a América del Norte.
«Estos individuos [antiguos siberianos del norte] son el eslabón perdido de la ascendencia de los nativos americanos«, resaltó Willerslev.
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