Ante las evidencias que se acumulan sobre la degradación ambiental y el aumento de la injusticia social, es hora de que la protección del medio ambiente, junto con las propuestas de equidad propias del ecologismo social, tengan la prioridad necesaria para evitar o reducir situaciones futuras mucho más difíciles que las actuales.
Hay un cúmulo de estudios y evidencias científicas que indican con nitidez que el camino que sigue nuestro modelo socioeconómico capitalista financiero nos conduce a situaciones muy adversas para la mayor parte de la humanidad y el resto de seres vivos que habitamos el planeta.
Aunque en ciertos ámbitos aumenta la conciencia sobre estos problemas y también los discursos sobre la necesidad de atajarlos, lo cierto es que los grandes indicadores muestran que vamos a peor. Sin ir más lejos, el último y
reciente estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente de marzo de 2019 deja claras dinámicas muy negativas en lo referido a la disponibilidad de agua, la contaminación química de suelos y aguas, la acumulación de plásticos y residuos en los mares, la sobrepesca, la pérdida de biodiversidad, la pérdida de suelos o el rápido avance del cambio climático. Son tendencias globales, pero en las que el Estado español está plenamente inmerso.
El ritmo de degradación es tal que ya no es que estemos poniendo en riesgo el bienestar de las generaciones futuras, sino que si no modificamos drásticamente nuestro rumbo estamos abocados a cambios muy fuertes y negativos en el corto plazo. Y todas estas alteraciones ambientales se producen al mismo tiempo que se incrementa la injusticia en el reparto de la riqueza, tanto a escala global como dentro de los países, y en particular en el Estado español.
Por este motivo,
las propuestas que realiza Ecologistas en Acción a los partidos políticos para que sean recogidas en sus programas y propuestas de actuación atienden más a las urgencias y necesidades mucho tiempo desatendidas que a la limitada visión posibilista que a menudo impregna la acción política de los partidos.
Entre las medidas más relevantes de este listado de quince ámbitos de actuación, la organización ecologista destaca:
– Biodiversidad: un plan de emergencia para detener la pérdida de biodiversidad.
– Agua: ajustar el regadío a la disponibilidad hídrica menguante.
– Mares: acabar con la sobrepesca, en especial en el Mediterráneo.
– Agroecología: apoyar la ganadería extensiva y abandonar la ganadería industrial.
– Energía y clima: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a razón del 7 % anual.
– Transporte: reducir drásticamente sus emisiones y establecer una moratoria a las grandes infraestructuras.
– Residuos: implantar la recogida selectiva de la fracción orgánica de los residuos municipales.
– Contaminación química: desarrollar un plan de medio ambiente y salud que contemple medidas como la reducción del uso de plaguicidas en un 50 % en 2023.
– Contaminación electromagnética: aplicar el principio de precaución, en especial ante el previsto despliegue del 5G.
– Calidad del aire: creación de Zonas de Bajas Emisiones en todas las ciudades de más de 50.000 habitantes.
– Urbanismo: evitar el urbanismo especulativo y fomento decidido del alquiler social.
– Educación: formar prioritariamente para la principal tarea a la que se tendrán que enfrentar las nuevas generaciones: la transición ecológica y justa.
– Consumo: aplicar criterios de sostenibilidad y justicia social a la compra pública responsable.
– Ecofeminismo: trabajar por la equidad entre géneros y la redistribución de los cuidados.
– Globalización: regulación de la actividad de las empresas transnacionales con normativas nacionales e internacionales jurídicamente vinculantes sobre medio ambiente y derechos humanos.
Ecologistas en Acción es consciente de que estas propuestas son tan necesarias y urgentes como, en gran medida, ajenas a las prioridades de la mayor parte de los partidos políticos. Pero no por ello se deben ocultar o relegar, sino todo lo contrario, porque nuestro futuro depende de que se ponga cuanto antes el mantenimiento de la vida en el centro de la acción política y de que los liderazgos políticos se basen en la justicia social y ambiental y en el bien común. Algo que sí que parece que están entendiendo las generaciones más jóvenes.