Según una reciente encuesta realizada, en una muestra de 500 personas, más de la mitad de los jóvenes de entre 15 y 20 años pueden revisar su teléfono en promedio 75 veces al día. Además, el 7% lo hace hasta 110 veces al día. En el 79% de los casos, los jóvenes no pueden alejarse de su teléfono durante más de tres horas.
Estos datos denotan una vida virtual que se ha apoderado de la real en los jóvenes. La posibilidad de que la batería del teléfono se descargue, que no haya cobertura o que algo social no funcione, crea en los jóvenes una abstinencia comparable en algunos aspectos a la de las adicciones.
Así que incluso la de los teléfonos puede considerarse una adicción y, como tal, sería apropiado contrarrestarla incluso con apoyo psicológico.
Sin embargo, cuando se trata de contrastar adicciones, no se debe olvidar que, en términos muy generales, una adicción es como un «corcho», un arte y un remedio rápido, pero no muy efectivo y a menudo dañino, cuyo objetivo es evitar el surgimiento de experiencias desagradables y dolorosas.
Los padres y madres ciertamente pueden ayudar a contener el uso inapropiado del teléfono. La relación con los adolescentes es «naturalmente» complicada, pero con algunas precauciones, los padres pueden evitar que su hijo se deslice progresivamente en la dependencia del teléfono, aclarando desde el principio el comportamiento apropiado e inapropiado, estableciendo una serie de reglas pero, sobre todo, dando el ejemplo.
Las reglas deben aplicarse a todos.
El ejemplo es la primera y más efectiva forma de educación. Los niños son excelentes imitadores y tienden a considerar todo lo que los padres hacen bien y correctamente (más de lo que dicen sus padres). Si los niños, desde una edad temprana, observan a sus padres ocupados durante horas frente al teléfono, crecen estructurando este hábito. En otras palabras, les resulta completamente normal pasar mucho tiempo mirando la pantalla del teléfono móvil. En ese momento, prohibir o establecer reglas restrictivas termina por volverse prácticamente inútil. Sobre todo porque la regla no es compatible con el ejemplo. Dar valor a las actividades alternativas y grupales que se llevan a cabo en la familia, de forma regular y que toman unas pocas horas, puede ser una forma inteligente, divertida y creativa de enseñar que sin un teléfono móvil (al menos por un tiempo) es posible sobrevivir e incluso vivir!
Desalentar el uso en la mesa.
El uso del teléfono en la mesa no es educado ni higiénico. «Alejarse» del placer de la comida y la conversación a través del teléfono también es una forma rápida de facilitar que los niños desarrollen una relación problemática con la comida.
Pregunta a tus hijos por lo que usan.
Es importante hablar con sus hijos y sentir curiosidad acerca de por qué están tanto tiempo en línea. Sería apropiado tratar de hacerle entender que el uso excesivo puede causar ansiedad, nerviosismo e irritabilidad, inducir el aislamiento y, por lo tanto, dañar la vida social, emocional y escolar.
Fomentar la práctica del deporte.
Es muy saludable tratar de involucrar a sus hijos en actividades deportivas y de ocio. El deporte es un remedio muy importante contra la adicción en general. Las horas dedicadas al deporte son horas que se quitan de los teléfonos inteligentes y se dan a la relación con uno mismo. El deporte es bueno para la salud y para que los padres se muestren a sus hijos es la mejor manera de enseñar su importancia.
Cuéntale sobre tu adolescencia.
Todavía estás a tiempo. Tu generación es una de las últimas que ha enfrentado a jóvenes sin tecnología. Cuéntales a tus hijos sobre tu adolescencia formada por juegos en la calle y rodillas peladas de tanto tirarnos al suelo, tardes enteras con amigos. Hágale entender que la tecnología puede mejorar mucho la vida, pero que no es vida.
Las herramientas que un padre/madre tiene disponibles no son muchas, pero las que él tiene son realmente importantes. Por otro lado, ni siquiera podemos ignorar que el teléfono móvil es un medio importante de comunicación que ha mejorado nuestra existencia y es impensable evitar su uso en muchas ocasiones que son una fuente de seguridad para los padres. Lo más útil que un padre/madre puede hacer es, por lo tanto, comunicarse con su hijo, alentar el uso apropiado del teléfono móvil y anotar cuándo, en cambio, el uso es tal que prevalece sobre el resto.
Sin embargo, es claro que cuando la situación ya no es manejable y hay signos claros de malestar y adicción, es más apropiado contactar a un especialista.
Carlos Casaleiz
Hilera 8, Málaga