» Yo soy el dueño de mi destino, el capitán de mi alma».
En efecto somos dueños de nuestro propio destino,
porque somos ante todo, los dueños de nuestras
actitudes, y estas, configuran nuestro futuro. Se trata
de una ley universal. Esta ley, actúa tanto si las actitudes
son destructivas como constructivas. La ley afirma, que
convertimos en realidad física los pensamientos, y las
actitudes que albergamos en nuestra mente, con cierta
independencia de que lo sean.
Convertimos en realidad los pensamientos de pobreza
con la misma rapidez, con que convertimos en realidad
los pensamientos de riqueza.
Sin embargo, cuando nuestra actitud hacia nosotros
mismos es positiva, y generosa y compasiva hacia
los demás, atraemos grandes parcelas de éxito.