La noche del 5 al 6 de enero los niños dejarán sus zapatos junto a la ventana, con un poco de comida y agua para los camellos. Se acostarán queriendo aguantar el sueño y “pillar” a los Reyes Magos cuando entren en su casa. Pero terminarán durmiéndose y antes de las 8 de la mañana, con la primera luz del día, se levantarán corriendo adonde dejaron sus zapatos. Los gritos “Han venido los Reyes, han venido los Reyes”, repetidos una y mil veces, terminarán despertando hasta al padre más remolón que deseaba dormir más ese día de fiesta. Lo que sigue, abriendo regalos y regalos, es de esos recuerdos, entre padres e hijos, que se quedan para el resto de sus vidas.
En el siglo XIX, a imitación de lo que se hacía en otros países el día de Navidad en homenaje a San Nicolás, en España se inició la tradición de convertir la noche de Reyes, la anterior a la Epifanía, en una fiesta infantil con regalos para los niños (con el consumismo del siglo XX, se extendió también entre los mayores). La primera Cabalgata de Reyes Magos fue en Alcoy (Alicante), en 1866, costumbre que terminó por celebrarse en todo el país.
Los Reyes Magos de Oriente es el nombre con el que la tradición cristiana conoce a los hombres sabios (magos) que acudieron, tras el nacimiento de Jesús, a rendirle homenaje y entregarle regalos de riqueza simbólica: oro, incienso y mirra (la mirra que nadie sabe para qué sirve, pero que en la Antigüedad se utilizaba para elaborar perfumes y, en la época romana, como analgésico para moribundos. En la actualidad, se emplea como antiséptico en enjuagues bucales y dentífricos).
Siendo como son tan conocidos y nombrados en fechas como la Navidad, lo cierto es que tan sólo en el Evangelio de Mateo se nombra a estos Magos. Y sin detalles algunos. Ni se dice cuántos eran, ni cómo se llamaban y mucho menos que fueran reyes. Podríamos decir que la suya ha sido una tradición que ha ido evolucionando y completándose desde su propio nacimiento. A partir del siglo III, y en virtud de los pudientes regalos que llevaron, el escritor Orígenes los empezó a considerar Reyes. Lo de que fueran tres, es doctrina eclesiástica impuesta por el Papa León I, ya en el siglo IV (un regalo por Rey, fácil de deducir).
Los nombres aparecen por primera vez en un mosaico de Rávena, en el siglo VI. Mucho más tarde, es cuando se empieza a considerar a cada rey como representante de las distintas razas y es entonces cuando aparece el Rey negro, Baltasar, como representante de África, Gaspar de Europa y Melchor de Asia. Esto fue ya en pleno siglo XV, motivo por el que en esta obra de Giotto (1305), los tres Magos aparecen de raza blanca. Entre tanto, los detalles que han conformado la tradición se fueron añadiendo desde los llamados evangelios apócrifos (los que no eran considerados oficiales por la Iglesia).
Lo de que se dejaron guiar por una estrella sí se encuentra en el Evangelio de Mateo; estrella que les conducía hasta Belén, donde había nacido el rey de los judíos. En esta pintura, Giotto representa la estrella con la forma de un cometa. Y es que poco antes, en el año 1301, se pudo observar el cometa Halley (que, por supuesto, entonces no se llamaba así, sino hasta finales del siglo XVII, descubierto por sir Edmund Halley), al igual que también se observó el cometa el año 11 a.C., unas de las posibles fechas del nacimiento de Jesús (el Halley podrá observarse de nuevo en el año 2061).
En cuanto a la fiesta de la Epifanía, que es lo que realmente se celebra el día 6 de enero, se refiere a la fecha en la que Jesús toma presencia humana, es decir, que se da a conocer, con la adoración de los Magos. Esto es en la iglesia católica, porque lo que es en la ortodoxa, lo que se celebra en sí es el nacimiento de Jesús.
Esta obra es un fresco, parte de la decoración mural que se encuentra en la Capilla de los Scrovegni de Padua; de ahí el deterioro que presenta. Giotto di Bondone, artista florentino, uno de los precursores del Renacimiento italiano, trabajó en esta capilla varios años, y en ella pintó distintos episodios de la Biblia, relató la vida de san Joaquín y santa Ana, los padres de la Virgen, e incluso pintó 14 alegorías de Vicios y Virtudes, con un mensaje claro: “que los vicios conducen al infierno, y que las virtudes llevan a la salvación”. En fin, han pasado 700 años y todavía parece que no nos hemos enterado.
Volvamos al principio. Y vayamos corriendo al centro comercial más grande que podamos para que no se nos acabe ninguno de los quince o veinte regalos que, como buenos Reyes Magos provistas de tarjeta Visa, vamos a dejar junto a los zapatos de nuestros hijos, ni tampoco el perfume caro para regalar, otro año más, a nuestra pareja.
¡Felices Reyes!