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viernes, noviembre 15, 2024

Un adolescente impulsivo, simpático y misterioso

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A un adolescente judío, ya de doce años, se le reconoce, en su país, cierta mayoría de edad e independencia, por lo que no suponía una ausencia de sus padres, sin el permiso de ellos, una desobediencia legal.

Ese fue el comportamiento del Niño Jesús. Por lo que la frase usada de “ el Niño perdido y hallado en el Templo no es exacta; no se perdió; se fue. Parece que quería empezar ya su vida pública. Y aquí hay un pequeño misterio que despierta la simpatía porque, a pesar de su divinidad, vemos el impulso juvenil de todo jovencito, impaciente por lo que él ve que es su vocación.

Jesús no ha llegado aún a la madurez y sorprende lo que hace y lo que dice. Parece una imprudencia, un intento de independencia, sin contar con los padres. Un menor de edad que, hoy,hubiera puesto en alerta a los padres, angustiados, y a la policía, después de tres días desparecido.

Cuando lo encuentran, les dice: “Por qué me buscabais? ¿ No sabíais que debo “ estar en la casa” de mi Padre?”. Parece que se queja como esos adolescentes que protestan por la intromisión de sus padres en sus asuntos personales. Y aquí sí hay que aclarar la palabra que algunas traducciones ponen en boca de Jesús Niño: “ Por qué me buscabais?” Les dice. “¿No sabíais que debo estar en la casa de mi Padre?”.  Pero aquí la palabra casa, en griego “ oiquía”, es una traducción incorrecta e ilógica. Y diremos por qué.

Lucas, y los demás evangelistas, siempre, que citan la palabra casa, usan, en griego, el vocablo “ oiquía”. En todas las narraciones. Por poner unos breves ejemplos: Mateo, refiriéndose a los Magos en su búsqueda del Rey de los Judíos:”…entrando en la “ casa” (oiquía”), postrándose, le adoraron””. Lucas, en la expulsión de los vendedores del templo: “…mi casa es casa (oiquía) de oración…” Y en el encuentro con Zaqueo: “Zaqueo, baja, que hoy es preciso que entre en tu casa ”oiquía””.  Y el discípulo Juan: “ …estando las puertas cerradas de la casa( oiquía) donde se hallaban reunidos los discípulos…”

Y así siempre. ¿Por qué Lucas, que siempre llama oiquía a la casa, al responder Jesús a sus padres, en el templo, en vez de usar, como siempre, oiquía, utiliza la palabra “tois”? Que es un artículo en función de pronombre demostrativo plural que se puede traducir perfecta y más correctamente por “ asuntos” o “ cosas”. “Tois”, junto al verbo en infinitivo presente, en griego, “einai” precedido de la preposición en( ser o estar) se traduce sin error por “ estar ocupado en la cosas de mi Padre”. “einai en tois”. Con lo que, junto con las preguntas y respuestas que admiraban a los doctores, era más “ estar en las cosas( asuntos) de su Padre que simplemente estar en la casa de su Padre. La traducción de Nácar-Colunga, es la más correcta.

Y aquí otro “pequeño“ misterio, sublime en su sencillez y enseñanza: paradójicamente, deja a los doctores y su “deber” de ocuparse, públicamente, en las cosas de su Padre y, por lo visto, todavía no había llegado su hora. Más tarde, en su madurez, a los casi treinta años, le dirá a su Madre: “Todavía no ha llegado mi hora”. Pero la impulsiva caridad de la Madre le hace adelantar su hora. Parece que la hora, el tiempo, en Jesús, está condicionado a una voluntad del Padre que, a veces, se manifiesta inesperadamente y el mismo Jesús va descubriendo. Ejemplos: “ Cuándo ocurrirá esto (lo del fin del mundo” ni el Hijo lo sabe; sólo el Padre lo sabe”. “ Padre, si es posible, pase de mi este cáliz. ¿Si es posible? ¿No lo sabía?

Y así, cerca de treinta años, vive obediente a sus padres, en absoluto desconocimiento y silencio evangélico e histórico. “El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en Él”.  Dice Lucas al comienzo de la narración de su ida al templo de Jerusalén con sus padres por la pascua. Y termina, casi repitiendo: “Jesús (ya no dice el Niño) crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres”. También, en esta obediencia, estaba ocupado en las cosas de su Padre.

Todo esto lo sabemos y lo supo Lucas de la Madre de Jesús. ¿Cómo iba a saber tantos detalles íntimos desde la anunciación del ángel? La explicación de este conocimiento y narración está en lo que el mismo Lucas afirmó dos veces: “María conservaba todo esto, meditándolo en su corazón” “ Y su Madre conservaba todo en su corazón”. Jesús crecía en gracia y sabiduría ante Dios y ante los hombres. Ante los hombres lo demuestra. En gracia y simpatía está claro cuando aquella mujer, viendo y oyendo a Jesús, y abrazando a los niños( alguno sería el suyo), exclamó: ¡Bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!”.

En su silenciosa vida de adolescente y, luego, de joven, seguro que su gracia y simpatía no necesitaba milagros para admirar y hacerse querer. Iría con sus padres a la sinagoga en silencio y escuchando. Al comienzo de su evangelio, dice Lucas: “Puesto que ya muchos han intentado escribir la historia de lo sucedido entre nosotros, según que nos ha sido transmitida por los que, desde el principio, fueron testigos oculares…, me ha parecido a mi también, después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente…”. Y en el comienzo de su obra “ Los hechos de los apóstoles”, dice: “En el primer libro (su evangelio) traté de todo lo que Jesús hizo y enseñó hasta el día en que fue elevado al cielo…”. Puede que no tuviera nada especial o extraordinario que decir o hacer, ya que el discípulo amado, Juan, dice de las bodas de Caná, al regalar vino muy abundante y del mejor, que: “Este fue el primer milagro que hizo Jesús”.

¡Qué lástima que Lucas no siguiera recogiendo de labios de María todo ese caudal de gracia, simpatía y sabiduría del Jesús adolescente y joven, en esos casi treinta años. El lado humano de Jesús está tan identificado con nosotros, hasta en sus, al parecer, dudas e ignorancias, que nos llena de emoción, de amor y gratitud, al contemplar a todo un Dios entre nosotros y como nosotros.

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