Si hay una obra que se preste más a las anécdotas para profanos, esa es, sin duda, La Gioconda de Leonardo. Y si hubiera un ránking mundial de las pinturas más conocidas, y entre el público de todas las edades, la enigmática Mona Lisa se llevaría también el primer premio.
El retrato en sí es sobre una tabla de álamo y, tal como se titula oficialmente, es de Lisa Gherardini, la esposa de Francesco del Giocondo, un mercader de telas florentino. De ahí le viene al cuadro sus dos nombres : La Gioconda, por el apellido de su marido, y Mona Lisa (que en italiano antiguo significaba señora Lisa). Leonardo empezó a pintarlo hacia 1503, y lo retocó varias veces, hasta 1519, año en que murió. No se sabe a ciencia cierta por qué nunca lo entregó a quienes se lo habían encargado. Al parecer, después de 4 años trabajando con la modelo, lo dejó inacabado. Pero siempre lo llevó consigo en sus viajes. Después de su muerte en Francia, donde trabajó para la corte francesa, lo que sí se sabe con seguridad, es que lo compró Francisco I, el rey de Francia, de ahí que la obra pertenezca al Estado francés desde entonces, y hoy se exponga en el Museo del Louvre.
Un poquito sobre historia de los protagonistas: Francesco del Giocondo había enviudado dos veces y se casó por tercera vez con Lisa, una joven de 15 años, cuando él se acercaba a los 40. El matrimonio, de clase media comerciante acomodada, tuvo 5 hijos. El esposo murió de peste en 1538, y ella, enferma por el mismo motivo, vivió 4 años más, hasta 1542, cuando contaba 63. Hay más versiones sobre la identidad de la modelo, pero ésta es la más aceptada.
Mucho se ha contado sobre la sonrisa enigmática de La Gioconda. Si le miras a los ojos, ves que está sonriendo. Pero si le miras a los labios, parece mostrar un gesto de amargura. Aparte de la identidad de la misma, mucho se ha especulado y escrito sobre supuestas enfermedades de la modelo, desde hipotiroidismo a contracturas musculares. Incluso se le ha supuesto un embarazo. Y quizá lo más fácil es pensar que la muchacha, simplemente, fuera así, de enigmática, o de simple, como sugieren algunos.
Más allá de la gran cantidad de literatura que siempre ha suscitado, la fama mundial de La Gioconda le vino por un hecho totalmente imprevisible. Y es que en agosto de 1911, un trabajador italiano del Museo del Louvre, Vincenzo Peruggia, llevó a cabo el robo de arte más perfecto y más simple de la historia. Este hombre, que se consideraba a sí mismo nacionalista italiano, quiso hacer un gran gesto por su patria y, así, devolver a La Mona Lisa a Italia, de donde pensaba que nunca debió salir, pues él creía que el hecho de que se encontrara en París se debía a que Napoleón la había robado a su país un siglo antes, durante las guerras napoleónicas. Con esa idea en la cabeza, un lunes, el día que el Museo permanecía cerrado al público, él, que era un simple empleado de mantenimiento, descolgó el cuadro de la pared, le quitó el marco y se lo llevó a su casa, envuelto entre unas carpetas. No es que la tabla sea muy grande (77×53 cms), pero tampoco es tan pequeña como para pasar tan inadvertida para todo el mundo, como así sucedió. Es más, volvió a su casa en tranvía, y allí mantuvo el cuadro durante 2 años. Mientras tanto, ni la policía ni nadie pudo explicar el robo. Los principales sospechosos a quienes interrogaron fueron nuestro Pablo Picasso, a quien, por cierto, le encontraron en su casa un par de estatuillas robadas del Museo, y el poeta Apollinaire, que incluso fue encerrado en prisión.
A finales de 1913, Vincenzo Peruggia se puso en contacto con el director de la Galería de los Oficios de Florencia, a quien ofrecía una importantísima obra de arte italiana, a cambio de una suma de dinero. La cita fue en el hotel en que se hospedaba Peruggia. Una vez allí, el director no podía creer lo que se le ofrecía e incluso pensó que se trataba de un loco. Acordó con él en ir por el dinero para pagarle y volver enseguida. Y sí volvió pronto, pero con los carabinieri italianos, que arrestaron al ladrón y recuperaron la obra de Leonardo.
Esta rocambolesca historia acrecentó aún más la fama de La Gioconda, a la vez que hizo que todos los museos del mundo extremaran su seguridad en el futuro. Peruggia pasó poco menos de un año en la cárcel. Fue puesto en libertad, pues el jurado lo consideró “corto mental”.
Cualquier lector habrá oído ya, con esta, al menos, un ciento de anécdotas relacionadas con La Gioconda. Es lo que da la fama, además de dinero, claro.
Y si de Leonardo no hemos tratado, es porque Leonardo da para mucho más.
¡Feliz Año 2019!