Erase una vez en que los hombres y mujeres de este país enviaban, por Navidad, unas cartas “especiales” para sus amigos y familiares. Para aquellos que no sabéis lo que es una carta, explico, era un papel en donde escribías, de tu puño y letra, los mensajes que queréis hacer llegar a tus destinatarios. Se metían en un sobre, donde se escribía el nombre y dirección de destino y se compraba un sello en los estancos, que se ponía en la esquina superior derecha, justo encima del nombre de la persona a la que le enviabas la carta.
Pues, bien, en esas cartas especiales a las que me refiero, se incluían unas tarjetas de felicitación que se llamaban “Christmas”, que, sí, que sabíamos que significaba Navidad en inglés, pero es que no nos preocupaba tanto la duplicidad, ni temíamos tanto en equivocarnos al no decir lo exactamente correcto. Eran otros tiempos.
Pues estos Christmas, que recordamos los que ya tenemos unos años, solían ser imágenes de obras religiosas barrocas o renacentistas que, aunque no conociéramos la obra en cuestión ni su autor, elegíamos en función de lo bonitas que nos podían parecer y según para las personas a las que las enviábamos. Seguro que más de uno/una conserva aún algunas de estas felicitaciones de esta época pre “homo digitalis”, alguna especial del novio o novia (de casados ya no se enviaban, claro), o de los padres añorados, hermanos, tíos, primos …
La costumbre de enviar Christmas se cuenta que empezó con un aristócrata inglés, Henry Cole (el fundador del Victoria&Albert Museum de Londres), en 1843. Se conoce que al hombre le aburría o se cansaba de escribir manualmente cada felicitación personal, por lo que se las ingenió de tal manera que mandó imprimir tarjetas con motivos navideños, en los que incluyó el muy elaborado mensaje de “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo”, y así las enviaba a sus amigos y familiares. En 1862, estas tarjetas comenzaron a imprimirse en serie, con lo cual se volvieron asequibles para todo el mundo y comenzó a extenderse una moda por todo el mundo, moda que terminó por convertirse en tradición. En España, además de motivos navideños, la estampa religiosa, al estilo de esta imagen de Guirlandaio, siempre ha tenido mucho tirón. Las de Rafael y las de Leonardo siempre fueron las favoritas. Pero, hoy día, ni la religión ni la tradición es algo que esté de moda.
Natividad significa nacimiento. En cambio, Navidad es la celebración de la Natividad de Jesucristo. De ahí que se pueda decir que la Natividad se refiere a la noche del 24 al 25 de diciembre (la Nochebuena), mientras que la Navidad se refiere a todo el tiempo de celebración, que incluye hasta la Epifanía o Día de Reyes. Esta Fiesta no se empezó a celebrar hasta el siglo IV. La elección del día se debió, probablemente, al hecho de querer cristianizar la fiesta pagana en la que los romanos celebraban el nacimiento del sol, al que identificaban con el emperador. A su vez, es posible que los romanos tomaran esa celebración de Mitra, el antiguo dios persa del sol, cuya celebración era el 25 de diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno.
Domenico Bigordi, llamado il Ghirlandaio (apodo que le viene por su padre, fabricante de guirnaldas), nació en Florencia en 1448, ciudad en la que fue un pintor protagonista en la época de Lorenzo el Magnífico, coincidiendo en su tiempo con otros grandes maestros, como Boticelli o Verrocchio. En su taller, además de otros dos hermanos suyos que llegaron a ser grandes pintores, David y Benedetto, dio sus primeros pasos como artista Miguel Ángel, Michelangelo Buonarroti, el pintor más nombrado de la Capilla Sixtina, lugar donde Guirlandaio ya había dejado su huella, con la pintura de algunas escenas.
Domenico Ghirlandaio murió a principios de 1494 (justo después de las Fiestas, el 11 de enero), con 45 años de edad, a causa de las llamadas fiebres pestilentes, contraídas mientras preparaba trabajos para otras ciudades.
Fiel a su cita anual en el calendario, es tiempo de Navidad: tiempo, además de para abarrotar y gastar en los centros comerciales, para felicitar y pensar en y sobre los demás (pero sólo en aspectos positivos), sin importar el credo o la condición. Es tiempo de tregua, de Paz.
Por favor, que a nadie se le pase reenviar el whatsapp de felicitación de Navidad a todos sus contactos, sin excepción. Y si ponéis algo personal, lo bordáis. Además, ¡es gratis!
¡Feliz Navidad!