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domingo, noviembre 24, 2024

Arte para profanos: «La Madonna Sixtina», Rafael Sanzio, 1514

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¡Qué empacho de angelitos! Hubo unos años en los que fueron los auténticos iconos de las tiendas chinas y que te los encontrabas por todas partes: láminas de Ikea, patrones de punto de cruz, latas de regalo y, sobre todo, enmarcados para poner encima del sofá del salón.

La curiosidad es muy mala y siempre me preguntaba sobre quién los habría pintado. Un día, harto ya de buscar angelitos por todo el Renacimiento, por fin los encontré ahí abajo, con esa mirada perdida, un tanto pasota, como diciendo “que nosotros no hemos sacado ni un euro de todo esto…”.

Esto es lo que se dice tomar una parte por el todo. Los angelitos, o angelotes para algunos, o putti, como se les conoce en Arte, son más conocidos que la obra en sí. Y eso que la imagen de la Virgen con el niño es de las más conocidas de Rafael. La obra fue un encargo del Papa Julio II, para el altar mayor de la Iglesia del monasterio benedictino de San Sixto, en Piacenza. Rafael la concluyó en 1514. Y ahí estuvo hasta que en 1754 Federico Augusto III de Sajonia la adquirió para la ciudad de Dresde, pagando una fortuna para la época. Después de la Segunda Guerra Mundial, la obra pasó 10 años en Moscú, donde se restauró, después de ser encontrada por los rusos en una cantera donde los nazis habían escondido un montón de obras de arte. Finalmente, fue devuelta a Dresde en 1955.

En la obra hay quienes aprecian distintos signos gnósticos, pues en esta doctrina se reverencia bastante al número 6. Así, aparecen 6 figuras en la obra, que, entre todas, parecen formar un hexágono. Además, el santo representado es San Sixto. Por un efecto óptico, éste parece tener 6 dedos en su mano derecha. Y lo mismo pasa con el pie de la Virgen.

El mismísimo Papa Julio II sirvió de modelo para la imagen de San Sixto que, por cierto, era el patrón de la familia Della Rovere, la familia del Papa. La esposa de un sobrino suyo, Julia Orsini, hace de modelo para Santa Bárbara. Para la Virgen, Rafael utilizó a su amante, Margherita Luti, conocida como la Fornarina, por ser hija de un panadero (fornaio=panadero en italiano). Esta modelo estará presente en varias obras suyas y, aunque no intencionadamente, a ella se la puede considerar como la causa de la muerte del pintor. Según dicen sus biógrafos, Rafael murió por una noche de exceso en sus relaciones sexuales, que le supuso un grandísimo agotamiento con fiebre, del que no logró recuperarse, muriendo 15 días después, el Viernes Santo 6 de abril de 1520, con 37 años de edad. Es curioso que su nacimiento también coincidió en Viernes Santo, el 28 de Marzo de 1483. Fue enterrado en el Panteón de Roma, como era su deseo.

Raffaello Santi (conocido en español como Rafael Sanzio o, simplemente, Rafael) había nacido en Urbino, donde su padre, Giovanni Santi, era el pintor de la corte de los Duques de Urbino. Su madre murió cuando él tenía 8 años. Su padre, que fue su primer maestro artístico, se volvió a casar en 1494. Y a los pocos meses murió, quedándose Rafael huérfano y a cargo de su madrastra, que mantuvo el taller de su padre a la vez que Rafael entraba, atendiendo a las directrices del padre, como aprendiz en el taller de Pietro Vannucci, el Perugino. En 1501, en el taller de éste en Florencia, Rafael se convirtió en un Maestro de Pleno Derecho.

Y en Florencia continuaría su carrera hasta que se trasladó a Roma, a finales de 1508, al servicio del Papa Julio II, posiblemente por recomendación de Bramante, paisano suyo y arquitecto del Papa. Destacan sus frescos en las Estancias Vaticanas que, para quien haya visitado los Museos Vaticanos, recordará perfectamente como las Estancias de Rafael, y donde seguramente se habrá hecho un montón de fotos entre cientos de turistas y preciosas paredes llenas de arte y color, justo antes de entrar a la Capilla Sixtina (donde, por cierto, no te dejan hacer fotos).

En 1514, tras la muerte de Bramante, el Papa lo nombra su sucesor como arquitecto de la Basílica de San Pedro. Ese mismo año se compromete con María Bibbiena, sobrina de un cardenal, quien forzaba el compromiso, pero con quien nunca llegaría a casarse.

Y es que en Roma gozó de una relación permanente con La Fornarina, la mujer que verdaderamente era su amor y a quien inmortalizó en la pintura que se encuentra en la Galería de Arte Antiguo de Roma, donde ella, semidesnuda, lleva un pequeño brazalete en su brazo con la inscripción Raphael Vrbinas (Rafael de Urbino).

La vida de Rafael fue corta, pero muy intensa, vivida muy deprisa. De su fogosidad ya nos hemos referido más arriba. Hay amores que matan…¡nunca mejor dicho!

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