Ni el sol que nos alumbra y calienta, ni el aire que
respiramos, ni la grandeza del universo en el cual
habitamos, se puede comparar con el amor que
te profeso.
¿Acaso me veré obligado a correr hasta el lugar
donde el viento acaricia los almendros con la
finalidad de ser creído?.
Si lo consigo, allí te esperaré, sin derramar una
sola lágrima, tal como lo hace el viento sobre la
nieve.
No te demores amor, pues hasta que llegues,mis
ojos permanecerán cerrados, como los del perro
sin dueño, cansado de deambular buscando cobijo,
ante el frío diluvio de lágrimas heladas!!.
Al encontrarnos, emprenderemos viaje a bordo
de nuestra alfombra sarracena del deseo, ella,
nos conducirá al magnífico lugar, donde emiten
sus trinos, las aves más preciosas del vergel