Ayer viernes tuvo lugar la presentación de la última obra de Sergi Bellver (Barcelona, 1971), Variaciones sobre Budapest.
Como editor, Bellver ha publicado Chéjov comentado (con Nevsky Prospects), Mi madre es un pez (con Libros del Silencio) y Madrid, Nebraska (con Bartleby), y como escritor, la colección de relatos Agua dura (con Ediciones del Viento).
En el marco incomparable de Mapas y Compañía, refugio perenne de viajeros, que Pranger definió como “núcleo de resistencia contra la gentrificación que asola Málaga, la editorial La línea del Horizonte presentó ayer Variaciones sobre Budapest. Carlos Pranger (escritor y traductor) fue el encargado de glosar la figura y obra, vida y milagros de Sergi Bellver, a quien definió por su profunda ética, como viajero, autor y como residente de las redes sociales. Pranger fue conciso y breve, y participó posteriormente de la charla apostillando datos y abriendo nuevas preguntas y puntos de fuga.
Desde el principio de la intervención, Bellver dejó claro que su obra no habla del clásico viaje, sino de uno interior, casi claustrofóbico, tanto es así que afirmó que “el verdadero viaje es la mirada del autor”.
Subrayando ideas con el vuelo de las manos, levantando arquitecturas en el aire con ellas, el barcelonés habló de mil y una cosas: de las invasiones que ha sufrido el pueblo húngaro, de las señales de que la Segunda Guerra Mundial dejó en la ciudad y de la devastación de la que él, en primera persona, ha sido testigo durante sus vagabundeos “austrohúngaros”. De dominación militar, de inmigración y de la desmemoria de las naciones respecto de sus pocos aciertos y sus muchos errores. De Franz Liszt (Liszt Ferenc, para sus compatriotas), convertido en uno de los grandes padres de la cultura nacional y que, contradictoriamente, apenas dominaba el idioma húngaro. Del Instituto Cervantes de Budapest.
Del apartamento en que se estableció durante mes y medio. De la prolija cultura narrativa, también musical, de un pueblo que gusta de lecturas públicas y de conciertos. De los bellos puentes que cruzan el Danubio. De especulación inmobiliaria. De su horario de escritura y de paseos. De esa cocina donde escribía por las mañanas, porque era la estancia del apartamento más luminosa, mientras escuchaba las Variaciones Goldberg de Bach interpretada por Glenn Gould (“en la versión de 1955”, respondió a mi pregunta). De viejos elepés. De su verdadera profesión frustrada: la música (“habría vendido mi alma al diablo por saber tocar el piano o la guitarra”). De renuncias, repeticiones y búsquedas imposibles.
En resumidas cuentas, hipnotizó a la concurrencia a partes iguales con las menudencias de su estancia en Budapest y las grandezas y miserias de la historia de Hungría. Añadir que la sombra de la novela que está terminando (y que editará en apenas unos meses) sobrevoló la presentación. Al final, y para terminar, se brindó con cerveza antes de que Sergi Bellver firmase ejemplares a los asistentes que buscaron su autógrafo.
El verdadero viaje es la mirada del autor
En el marco incomparable de Mapas y Compañía, refugio perenne de viajeros, que Pranger definió como “núcleo de resistencia contra la gentrificación que asola Málaga, la editorial La línea del Horizonte presentó ayer Variaciones sobre Budapest.