Te escribo esta prosa al anochecer, así podrás tenerla
al llegar la mañana.
Sol de la aurora tu eres, primavera y rocío del amanecer,
y dulce canto de jilguero.
Para mi, eres tormenta de mi llanto, y aroma de mis
flores.
Has de saber, que me considero templo de tu espíritu,
y pecador arrepentido, que camina por esta vida,
perdiendo sus pasos entre la sombra.
¡Quítate esa máscara de tu rostro!!, deja de fingir lo
que no eres, ni jamás has sido.
¡Tu dispones de muchos valores y todos ellos -ha decir
verdad-, son inmejorables!!.