Las motos se han convertido, de un tiempo a esta parte, en uno de los medios de transporte preferidos por aquellas personas que se desplazan de manera frecuente en ciudad, pues suponen un importante ahorro en términos de seguros, combustible y reparaciones respecto a un turismo. Así mismo, también son más cada vez los que deciden adquirir una moto de gran cilindrada para realizar rutas por carretera, siendo también una opción muy válida para cubrir grandes distancias.
Disponer de una moto cuenta con una serie de obvias ventajas en lo que a un uso exclusivo o combinado con otra vehículo se refiere, pero también de unas desventajas que hay que valorar y tener en cuenta. Entre las más obvias, por ejemplo, el uso de la misma en territorios fríos, donde las inclemencias del tiempo complicarán su uso en ciertos momentos. Una exposición que se refleja también en la vulnerabilidad ante los accidentes, aumentando las posibilidades de sufrir daños en un suceso en carretera que si el desplazamiento se realiza en coche.
Pero mientras que este tipo de consideraciones es habitual considerarlas desde el primer momento, hay otras que no resultan tan evidentes, como lo es la gran exposición al robo que sufren las motos desde el primer momento de haber sido compradas, tanto estando en garaje como si su aparcamiento habitual se encuentra en la calle. Por su condición, es fácil que ladrones de todo tipo de hagan con ellas en apenas unos segundos y las hurten para los más diversos fines. Por ello, conviene protegerse en la medida de lo posible frente a estas situaciones.
Un antirrobo es sinónimo de seguridad
En España se produce el robo de una moto cada 7,5 minutos y, además, la mayoría de ellos tienen lugar en los mismos garajes donde se guardan las mismas. Esta es la razón de que el uso de sistemas antirrobo como Wilock se haya extendido de manera ingente en los últimos tiempos, siendo la única medida eficaz para luchar contra una tendencia criminal que aumenta en popularidad conforme pasa el tiempo. Tanto si se tiene ya una moto como si se piensa adquirir una de manera próxima, la mejor forma de poder tener la seguridad de que no será robada en poco tiempo es haciendo uso de manera efectiva los mecanismos de seguridad disponibles para evitarlo.
Los sistemas antirrobo como el mencionado están pensados de manera exclusiva para que la sustracción de una moto de cualquier plaza de garaje sea una tarea harto complicada, incorporando un mecanismo de seguridad que hace prácticamente imposible el robo de la moto. Este tipo de dispositivos se encuentran anclados al suelo de manera fiable y cuentan con un peso total de más de cien kilos que, sumando al peso de la moto, crean una estructura que difícilmente podrá ser movida de donde se encuentra.
A la hora de valorar la adquisición de uno de ellos hay que destacar que el proceso de instalación es muy sencillo, pudiendo ser realizado de manera completa por uno mismo si así se desea. En apenas unos minutos se conseguirá tener la moto segura en la plaza de garaje, libre de cualquiera que intente robarla o hacerse con ella. Incluso si se dispone de una plaza pequeña o de reducidas dimensiones este es un buen sistema a tener en cuenta, puesto que existe la opción de adaptarlo a las condiciones particulares de cada espacio.
Apostar por la calidad es fundamental
Cuando se trata de adquirir un sistema antirrobo para motos, uno de los factores que más en cuenta se tendrán que tener es la calidad del mismo, puesto que no todos ofrecen las mismas bondades ni características. Si la pretensión que se tiene es asegurarse de que la moto está libre de peligro en cualquier momento, que el dispositivo elegido ofrezca total blindaje es imperativo en aras de la tranquilidad personal y de obtener el rédito esperado tras las inversión realizada.
Naturalmente, el precio siempre es un factor importante cuando se valora la adquisición de cualquier tipo de producto, pero cuando el objetivo es asegurarse de la imposibilidad del robo de un bien tan preciado como puede ser una moto, este ha de pasar a un segundo plano. Más vale realizar una inversión económica que evite cualquier problema posible en el futuro a escatimar en un principio y luego terminar arrepintiéndose porque los resultados no son los esperados, derivando en problemas de todo tipo y gastos extra.