La elegancia hecha arte: Una obra maestra de sensualidad y erotismo
Aunque haya quien sólo lo vea como un cacho de cuadro impresionante (1,80m x 1,80m), que por sí solo podría tapar una pared entera de gotelé en el salón de su casa, y otros, como un icono de las tiendas chinas de barrio, sin duda, “El beso”, de Klimt, es una de esas pinturas que la miras una y otra vez y vuelves a verla de forma diferente.
Sólo puede ser obra de una mente genial, lúcida, brillante, diferente ahora, y, más aún, hace un siglo.
Es curioso, sin embargo, que Ernst Gombrich, autor nacido en Viena, como Klimt, en su Historia del Arte, de 1950, ni siquiera menciona ni una sola vez a su ilustre paisano. Y, de igual manera, en otras obras literarias reconocidas sobre Arte, o de Cultura Universal, tampoco se le nombra para nada. Es más, Umberto Eco, en sus Tratados sobre la Belleza y sobre la Fealdad, tan sólo muestra una de sus obras, “Peces de plata”, en el volumen dedicado a la Fealdad. Como se diría en Telecinco, aquí hay tomate: no entiendo el porqué de este olvido de Klimt y de su obra en tantos divulgadores del Arte.
Podría ser que sus obras, tan llenas de simbolismo erótico-sexual, no gusten a la mayoría o, incluso, escandalicen. Lo cual sería entendible en la actual sociedad neopuritana del siglo XXI, pero no así, en escritores tan renombrados de la segunda mitad del siglo XX.
Quienes no parecen tener prejuicios sobre su obra son los orientales, y así no hay tienda china que no se precie de tener un buen repertorio de cojines, tazas o posavasos con la imagen (un poco o bastante distorsionada) de “El beso”.
La sensualidad erótica de esta obra maestra es muy potente. En el vestido de la mujer, las formas son ovaladas, haciendo alusión a su fecundidad, mientras que, en el vestido del hombre, la decoración es a base de rectángulos delgados, que algunos ven como motivos fálicos. Además, a mitad de sus cuerpos, se unen por espirales en forma de triángulo: que cada uno lo interprete como quiera. Y todo ello, lleno de oro por toda la obra: un signo de riqueza, ¿o de lujuria? O, simplemente, elegancia.
Ahora toca tratar un poco sobre el autor. De Gustav Klimt siempre se dijo que, aunque nunca se casó, le gustaban mucho las mujeres. A partir de sus 40 años, su principal medio de vida fueron los retratos de las señoras de la alta sociedad vienesa. De ahí le pudo venir la afición, o, de la afición, el trabajo. A saber…
Aun siendo rico desde joven, vivió de una forma modesta para su estatus, sin apenas salir de Viena, y en la misma casa con su madre y dos hermanas solteras. Además, se hizo cargo de la viuda de su hermano Ernst y de su sobrina. Y con la hermana de su cuñada, Emilie Flöge, mantuvo una relación especial, y aparece en varias obras suyas. Incluso, se piensa que “El beso”, que el artista llamó “Los enamorados”, podría ser un retrato de ellos dos.
Toda una vida rodeada de mujeres en una familia de artistas varones. Además de su hermano Ernst, pintor como él, su padre era orfebre y su hermano Georg, escultor y cincelador de los marcos de muchas de sus obras.
Pareció vivir alejado de la realidad. Y no cambió mucho su vida al estallar la Primera Guerra Mundial. En Viena vivió y en Viena murió, a principios de 1918, a los 55 años, a causa de una apoplejía.
Tras su muerte, 14 personas reclamaron parte de su herencia, pues se declararon hijos suyos. Tras numerosos pleitos, al menos 4 de ellos, lo consiguieron.
Gustav Klimt: Arte, Figura y Elegancia.