Por Santiago Donaire Ecoingeniero – Las plantas locales, las más humildes, las menos vistosas, han sido eliminadas de las zonas verdes de nuestras ciudades en beneficio de las foráneas más “bellas” según los acordes y modas del momento; a pesar de ello intentan sobrevivir en solares, terrenos baldíos, ribazos y zonas no cultivadas periurbanas, pues la vida se sigue abriendo camino y contra todos los intentos de eliminarlas ahí siguen. Hoy traemos el Alcaparro un sobreviviente urbano.
Es su forma de reproducirse la que hace que continuamente intente la recolonización de los terrenos perdidos, cuando el fruto, el alcaparrón madura, se abre y muestra sus semillas de un rojo intenso, actuando de reclamo a los pájaros, estos lo comen y a una distancia prudencial, normalmente en sus lugares de reposo, lo cagan expulsando las semillas ya exentas de la cutícula leñosa que los jugos gástricos eliminó y de la esencia inhibidora de la germinación que la pulpa aporta, esta medida muy mediterránea, de zonas secas es para evitar la germinación junto al progenitor, lo que acabaría con todos; pues bien la expulsión de las semillas lo hacen con frecuencia en atalayas, campanarios, muros,…., por eso los vemos con facilidad entre las viejas piedras de nuestros monumentos.
Una propuesta para las plantas rupícolas (que viven entre las rocas y entre los muros): En las zonas que no comprometa el patrimonio se deberían catalogar, cuidar y señalizar con una placa para que conozcamos nuestro patrimonio botánico.
El Alcaparro es originario del sur de Europa, del mediterráneo, son plantas perennes aunque pierden la mayoría de la hoja, en el interior, en las zonas más frías, las pierden todas en invierno. Su cultivo se ha extendido por muchas regiones secas y cálidas del mundo, hoy en la Sudamérica árida también es habitual y entra como condimento en sus platos tradicionales.
La planta es rastrera y gusta de taludes o paredes verticales, adaptándose al terreno, no supera los 50 cm de altura y hasta 2 metros de longitud, se protege de sus predadores con un fuerte sabor tánico y unas más que disuasorias espinas.
Sus capullos son las alcaparras y sus frutos inmaduros los alcaparrones, ambos de uso tradicional en la dieta mediterránea, donde se consumen como aperitivo pues son tónicas y abren el apetito, se preparan como encurtidos con vinagre y agua sal, resultando un sabor ácido, salado y amargo.
Es la alcaparra la que ha internacionalizado su consumo, sobre todo ligado a la cocina italiana, componente de numerosas pizzas, también es generalizado su utilización como ingrediente esencial de la salsa tártara y como acompañamiento de numerosos platos y en ensaladas. El consumo del fruto inmaduro, el alcaparrón, es más local y propio de las zonas de producción que esperan ansiosamente los primeros alcaparrones ya encurtidos a finales de Julio, tiene un sabor amargo de fuerte personalidad, no al gusto generalizado de la comida internacional.
No es una planta medicinal en sí, pero tiene indicaciones y usos ancestrales en numerosos tratamientos. La corteza de la raíz y sus flores recolectadas en primavera son los utilizados para fines curativos y además de abrir el aperitivo es diurético, depurativo, antihemorroidal, vasoconstrictor, ayuda a la vesícula biliar en sus funciones, astringente, expectorante y se usa como base de algunas cremas para reforzar el cabello. El caldo de su cocción se utiliza para tratar las llagas de la boca.