La tía Fuensanta llegó de la lechería cargada con un jarro lleno, Melina y Santi estaban en la cocina preparándose un Cola- cao.
-Me han dicho que anoche estuvisteis con esos niños otra vez, pues se acabó la feria para vosotras.
-Mamá, son nuestros amigos, son buenos chicos, qué hay de malo.
-Y además me han comentado que bailasteis muy abrazados, a tu madre no le gustaría – dijo la tía a Melina.
-Anda no le digas nada a papá… ¡Castíganos mañana! – suplicó Santi.
La tía Fuensanta accedió, y las chicas corrieron al parque a encontrarse con sus amigos, hablaron y se rieron, se escondieron a fumar un cigarro, y por la noche volvieron a verse en la feria. Montaron en los coches choques y en la noria; esta vez en casa de tita Antoñita no vieron sombras, y bailaron el resto de la velada. Cuando pusieron la canción de Roberto Carlos, Chema se detuvo y miró muy fijo a Melina.
-Dice mi hermano que si vamos con él y su novia al parque.
-Ahora, ¿para qué?
-Allí van los novios a besarse.
-¿Tú quieres que vayamos?
Chema negó con la cabeza.
-Lo que quiero es no irme mañana, si pudiera convencerlo…
Cuando se despidieron en la puerta de tita Fuensanta, Melina le dio un beso en las mejillas a Chema y simuló estar feliz, aunque por dentro estaba partida. Lo más probable es que no volviera a verle y se sentía tan a gusto con él que creía que nunca llegaría a conocer a otro que pudiera gustarle tanto. Él parecía afectado, y cabizbajo, le dio un papel con su dirección en Asturias.
-¿Me escribirás?
-Lo haré, ¿me contestarás pronto?
-El mismo día que la reciba.
Al día siguiente, el tío mandó a Santi al estanco a comprar tabaco. Cuando la niña regresó dijo en voz baja a su prima: “Esta tarde antes de ir a la feria quiero ir a la iglesia, ¿sabes que si rezas con mucha fe lo que pidas se cumple?
Melina no entendió esas repentinas ganas de Santi por ir a la iglesia pero aceptó y por la tarde muy temprano fueron a San Juan, se arrodillaron y rezaron.
-¿Qué es lo que más te gustaría que pasara hoy, prima? – preguntó Santi en voz baja.
-Volver a ver a Chema, aunque solo fuera una vez más.
-Pues pídeselo a Dios, los milagros existen.
Volvieron a casa para arreglarse para la feria, mientras se ajustaban las biznagas en el pelo, llegó la tía Fuensanta diciendo que Rocío había anulado su compromiso, que ya no se casaba. Las niñas se miraron sonrientes sintiendo que había triunfado el amor. Cerca de la caseta Melina pensó que ya no le divertía la feria, ahora solo parecía una amalgama de ruidos sinsentido que en vez de animarla le agobiaba, y que lo que le hacía feliz en realidad no eran los lugares en los que estuviera sino las personas que le acompañaran.
-Prima, se ve que has rezado con mucha fe, mira quién está ahí – dijo Santi tirándole del brazo.
El corazón le dio un vuelco al ver a Chema y el nudo del estómago se deshizo. Luego, su prima le contó que esa mañana se había encontrado con Luis en el estanco y le había dicho que Chema se quedaba un día más. Disfrutaron de esa última noche igual que las anteriores y esta vez se despidieron esperanzados, quizás se volvieran a ver el verano siguiente, posiblemente vendrían de nuevo por feria.
Lo primero que hizo Melina cuando regresó a su casa en Málaga fue escribir una carta a Chema, pero pasaron semanas y no recibió contestación. Meses después cuando ya había perdido la esperanza en un cajón de la mesita de noche de su madre, encontró una carta de Chema, decía que la amaría siempre. Le escribió de nuevo pero nunca volvió a saber de él. Ella creyó olvidarlo, sin embargo, en cada chico que le atrajo en el futuro siempre había algo que le recordaba a su primer amor: su altura, su mirada, su acento, su modo de ser, su calor…
I love to love, Tina Charles
Viajes Imaginados, blog de relatos de Eugenia Carrión