Docenas de estudiantes universitarios del sur de Florida, Estados Unidos, pasaron recientemente dos semanas —las primeras semanas de sus vacaciones de verano— en lo que podría considerarse un programa algo inusual. Se han centrado en estudiar y en consultar intensamente acerca de la naturaleza de la transformación social. Han estado pensando en el papel que pueden jugar —individual y colectivamente— en el surgimiento de una civilización global pacífica y justa.
En los próximos seis meses, grupos como éste se reunirán en muchas regiones del mundo. Miles de estudiantes universitarios de América del Norte, Central y del Sur, Europa, Asia, África y Australasia se sumergirán en entornos de aprendizaje igualmente intensos. Lo harán sin los incentivos tradicionales de calificaciones, certificados o diplomas, ni sin la expectativas de que les sirva para encontrar un trabajo.
«Hablamos mucho de cómo los jóvenes tienen capacidad y quieren lograr el cambio. Además de ello, creo que en este espacio se vislumbra lo que son capaces de hacer y el idealismo que hay dentro de ellos para transformar la sociedad. Se vislumbra cómo, si los jóvenes tienen la oportunidad de participar en un programa educativo que les ayude a perseguir su crecimiento intelectual y espiritual y a desarrollar su capacidad de contribuir a la transformación de la sociedad, pueden convertirse en una fuente profunda de cambio», explica Arash Fazli, quien ha trabajado con este programa en Asia durante muchos años. «Personalmente —continúa el Dr. Fazli—, veo la sinceridad de algunos de estos participantes, la forma en que responden a los conceptos de los materiales, el tipo de atracción que sienten por estas ideas, por una visión de nobleza que se expresa en la materia que estudian, que ayuda a disipar gran parte del cinismo que desgraciadamente los jóvenes absorben de la sociedad».
El programa es ofrecido por el Instituto de Estudios para la Prosperidad Global (ISGP). Fundada en 1999, ISGP es una organización educativa y de investigación sin fines de lucro inspirada en las enseñanzas bahá’ís. Uno de los propósitos del ISGP es explorar, junto con otros, los papeles complementarios que la ciencia y la religión —como sistemas evolutivos de conocimiento y práctica— pueden desempeñar en el avance de la civilización. Como parte de sus esfuerzos para desarrollar la capacidad de las personas y crear espacios para aprender sobre el mejoramiento de la sociedad, el ISGP ofrece una secuencia de cuatro seminarios anuales.
Uno de los objetivos de estos seminarios es ayudar a los participantes a ver su educación universitaria como parte integral de sus esfuerzos para contribuir a la transformación de la sociedad. Los seminarios buscan fortalecer sus aspiraciones hacia un mundo más justo y unificado, dándoles la oportunidad de reflexionar sobre la naturaleza del cambio profundo, sobre lo que requiere y cómo podría ocurrir.
«Muchos estudiantes asisten a los seminarios entendiendo que los jóvenes tienen un papel muy particular que desempeñar en los procesos de transformación social», explica Talia Melic, que forma parte del equipo de coordinación de ISGP en Francia. «Quieren ser capaces de llevar vidas de servicio y contribuir a la humanidad en todos los aspectos de sus vidas. Llegan con algunas preguntas prácticas, que son una fuente de motivación para aprender más, por ejemplo, “¿Cómo puedo poner mis estudios y mi futura profesión en beneficio de la humanidad?”».
También se ayuda a los estudiantes a pensar más allá de las concepciones superficiales o simplistas del cambio. Al mismo tiempo, el objetivo de los seminarios es proteger a los participantes del cinismo que parece aparecer a medida que los jóvenes pasan por la educación superior y se incorporan a la fuerza laboral, un cinismo que surge de la desilusión acerca de si sus propias contribuciones pueden marcar la diferencia y, de manera más general, si el mundo puede cambiar realmente para mejor.
El contenido estudiado durante los cuatro años de los seminarios les ayuda a ver su educación como algo más que un camino hacia un trabajo o un vehículo para el avance de una carrera individual; les ayuda a ver cómo sus campos de estudio pueden ser altamente valiosos para su capacidad de contribuir al movimiento de la sociedad en una dirección positiva, hacia la unidad, la justicia y la realización de la unidad de la humanidad.
A lo largo de los cuatro años, los estudiantes exploran una serie de temas, como la relación entre ciencia y religión, en los que contemplan la importancia de desarrollar capacidades científicas. Aprenden a analizar las fuerzas sociales y a considerar cómo pueden canalizar sus energías de la manera más efectiva para el beneficio de la sociedad. Además, también tienen la oportunidad de explorar cómo las dimensiones espiritual y material de la vida se refuerzan mutuamente, especialmente en esa importante coyuntura de sus vidas al elegir sus profesiones y determinar un camino para su futuro.
«Los estudiantes universitarios tienen que enfrentarse a retos muy difíciles durante sus estudios universitarios. Son bombardeados por tantos mensajes acerca de cuál es el propósito de la vida, qué es el éxito, qué es la felicidad, qué es una buena vida, y cuán importante es que luches para lograr esa vida por ti mismo», reflexiona Aaron Yates, quien es parte de un equipo coordinador de los seminarios en Norteamérica.
«Lo que parece motivar a muchos de los participantes que asisten a los seminarios es que ven en la Revelación de Bahá’u’lláh una visión de un mundo mejor, y los seminarios representan una oportunidad para que se reúnan con otros que son como ellos, que se enfrentan a desafíos similares, que están en una etapa similar de la vida», explica el Sr. Yates. «Este es realmente un momento crítico en sus vidas cuando están tomando decisiones sobre su futuro y la dirección que van a tomar, y los seminarios son una oportunidad para que piensen muy cuidadosamente, muy profundamente sobre cómo pueden poner en práctica la visión de los Escritos de Bahá’u’lláh en sus vidas para contribuir al mejoramiento del mundo en el que todos tenemos que vivir».