Ni el sol que nos calienta, ni el aire que respiramos,ni
la grandeza del universo, puede compararse con el
afecto que te tengo.
No quisiera, verme obligado a correr hasta alcanzar
el lugar donde el viento acaricia los almendros…
Si así fuera,permaneceré sin derramar una sola
lágrima, tal como lo hace el viento sobre la nieve.
Deseo que no te demores, pues hasta que llegues,
mis ojos permanecerán cerrados, como los del perro
sin dueño, cansado de deambular buscando cobijo y
afecto, ante el frío diluvio de lágrimas heladas.
Toda vez se produzca el encuentro, emprenderemos
viaje a bordo de nuestra alfombra sarracena del
del deseo; ella, nos conducirá al magnífico lugar
donde emiten sus cánticos, las flores más hermosas
del vergel.