El rastro de un avión surcó el cielo teñido de violeta. Colegialas bajaban la calle de los árboles como los rápidos de un río. Inés dio un salto; pensó si al cruzar la esquina vería el coche de su padre. Cerró los ojos y tras dar un paso lento los abrió poco a poco. La puerta de su casa estaba abierta de par en par y desde el patio de macetas, antes de subir el escalón, saludó a las dos mujeres. Su tía se tiraba del hilván de una manga. Su madre, sentada de espaldas al espejo, dejó la almohadilla de los alfileres sobre el taquillón. La tía le dio un beso a la niña, cogió el bolso del perchero y sacó un lápiz de labios.
– Te he traído un regalito, no sé si te va a gustar. No lo ha usado nadie, ¡eh!
– Todavía es muy pequeña para pintarse –dijo la madre. La niña soltó la cartera y se pintó.
– Me vendría mejor a mí. Bueno, la manga ya está –dijo la madre y cerró la puerta.
Inés fue al dormitorio empapelado de flores rosas. Rebuscó dentro del armario entre los juguetes y del fondo sacó una caja de música. Levantó la tapa. Una bailarina de ballet se irguió con los brazos arqueados sobre la cabeza. Apenas se movió unas notas y se detuvo. La niña se acercó al espejo y se miró los labios junto al reflejo de la bailarina; los apretaba y los abría. Dejó la barra dentro de la caja. Se la llevó dándole cuerda.
Las dos mujeres estaban de pie en el recibidor. Inés se sentó en el suelo. La música empezó a sonar.
– ¿Y cuando sea mayor y se case? –dijo la tía.
– Si la niña no se acuerda.
– ¿De qué no me acuerdo, Mamá?
– De nada.
– Lo que pasa es que no quieres decírmelo. Anda, cuéntamelo.
– Nada, que un hombre te cogió de la mano y te llevó; eras muy pequeña.
– ¿Y qué pasó? ¿Me soltó?
– Sí, al final de la calle.
La tía dijo que se marchaba y la madre la acompañó. Inés volvió a darle cuerda a la caja. Se quedó mirando a la bailarina que giraba cada vez más despacio. No recordaba haber escuchado antes esa música. Parecía una nana.
Esa noche vio al chico con quien se casaría cuando fuera mayor. Le dijo que se llamaba Juan y pasearon de la mano por la calle de los árboles. Después se despidieron hasta que volvieran a encontrarse.
Suite nupcial, Gabinete Caligari