Vivo en una casa barco. Sin abrir las ventanas oigo las olas. En días de marea alta mi casa se mueve en vaivén y baja por el canal de tabiques de madera hasta el mar. Dos hombres tienen camarote. Uno me ama y al otro le importo menos, pero me cuesta distinguirlos. Uno me dice que, tras la tormenta, vaya nadando a su barco ya que me gusta tanto nadar; el otro, que cuando baje la marea vendrá a recogerme en su bólido. La tormenta arrecia. Mi madre se moja con el mar que entra por los ojos de buey. Mi hijo se desliza por el suelo, tiro de sus piernas y lo parto en tres. Lo coso y me sonríe con sus dos cicatrices. Mi casa baja por el canal y cierro las ventanas. Amaina la tormenta. Desembarco. Llamo a mi hermano que pasea por la playa con su mujer.–Desde que no avalaste las deudas ya no te escucha –dice ella volviendo la cabeza.
Quiero entrar en mi casa pero se ha alejado de la orilla. El hombre llega en su bólido, se detiene y sin apagar el motor me abre la puerta.
–Te dije que vendría por ti. ¿Te gusta que te besen mucho?
Y, a la velocidad de un fórmula uno, nos vamos con cuidado de no despertar al niño.
Beyond The Sea, Bobby Darin
Blog Eugenia Carrión