El debate sobre la adicción a los smartphones lleva tiempo sobre la mesa. ¿Existe o es una quimera?
La tecnología se ha colado en prácticamente todas las facetas de nuestra vida. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos rodeados de componentes tecnológicos, con un matrimonio que se ha convertido en nuestro eterno compañero: el teléfono móvil y la conexión permanente a internet.
Desde que la red de redes se instauró en nuestros hogares, recurrir a ella se ha convertido en algo cada vez más habitual. Sin embargo, desde que los smartphones llegaron para permitir una conexión online donde y cuando queramos, su uso se ha disparado de forma abismal con respecto a hace tan solo cinco años.
El número de usuarios aumenta, el número de posibilidades de la tecnología también; pero el número de horas que invertimos en su uso, desgraciadamente, hace lo mismo. Muchos están comenzando a señalar un fenómeno al que tachan de adicción. Somos adictos a la tecnología, somos adictos a internet, somos adictos a nuestros teléfonos móviles.
Ese aparato que va en nuestros bolsillos es como un pequeño tirano que reclama nuestra atención constantemente. Algunos alegan que la reunión de tantas formas de entretenimiento en tu móvil es la principal causante de esta adicción tan notable, pero lo cierto es que hay un elemento humano innegable. Porque, en realidad, lo que nos ocurre es que el factor novedad nos invade y nos llena, invitándonos a consultar la pantalla de este aparato constantemente. O al menos eso quiere defender un grupo de la población.
Se abre el debate sobre la adicción
Para muchos investigadores y estudiosos, hablar de adicción al smartphone es erróneo. Hay quienes consideran que esta supuesta patología no reúne dos de los tres elementos principales que definen una adicción. Sí, se tiene un patrón de uso problemático, algo que salta a la vista con esas personas que están constantemente con un móvil en la mano. Pero, ni hay síndrome de abstinencia al dejar de usarlo ni una tolerancia que invite a invertir más y más horas.
Uno de los principales factores que achacan a que no se deba hablar de adictos es que las ganas de usar este aparato se reducen con el tiempo. La argumentación es que ocurre como cuando compras un coche nuevo, que la novedad te puede y no dejas de usarlo con cualquier pretexto. Al poco, las ganas van descendiendo a medida que la situación se normaliza.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algo vital en todo esto. El smartphone tiene la capacidad de ofrecer un estímulo constante gracias a su conexión a internet. El incesante flujo de información de la red de redes hace que siempre que se entre haya algo nuevo que ver, que leer o que consultar. Sumemos a esto dos agentes tan poderosos como las redes sociales y whatsapp y tenemos la combinación perfecta para que el usuario vuelva a consultar su teléfono.
Este choque de opiniones ha generado un debate que lleva efectuándose desde que la media de horas frente a un móvil aumentó de forma considerable. España ostenta la quinta posición como país con la población que pasa más tiempo con el teléfono a nivel mundial. Según las encuestas realizadas y los datos extraídos, el usuario español pasa una media de dos horas y 11 minutos diarios con un terminal.
Sea una cifra acertada o no (la real podría ser incluso mayor), lo cierto es que es una cantidad de tiempo importante. Más de un 8% de nuestro día a día transcurre en una pantalla de no más de 6 pulgadas, y si sumamos también el tiempo frente a la pantalla de un ordenador o una televisión la cifra se dispara.
Todo esto no es más que la consecuencia de la normalización tecnológica. Como decíamos al comienzo, la tecnología se ha colado en innumerables facetas de nuestra vida, y su continuo uso da pie a lo que, a todas luces, parece una adicción. Cualquier trámite que queramos realizar puede efectuarse con un móvil, y para colmo se convierte en un proceso rápido y cómodo, capaz de hacerse donde queramos y sin complicaciones.
¿Es conveniente entonces hablar de una adicción a los teléfonos móviles? Puede que muchos no se consideren adictos, y probablemente estén en lo cierto; pero la realidad es que hay personas realmente enganchadas, que puede que ni siquiera se hayan dado cuenta de que no serían capaces de pasar un día sin su teléfono. O puede que más bien el problema esté en internet, en esa mina infinita de conocimiento y posibilidades que no hace más que llamarnos y atraernos.
Quizá la sociedad necesite controlar el uso de esta tecnología, terminar de asumirla para saber cómo usarla sin caer en excesos. Aunque, de momento, no parece que vaya a suceder pronto.