«La actividad lúdica nos ayuda a esculpir nuestro
cerebro. Cuando jugamos, podemos probar experiencias
nuevas sin poner en riesgo nuestro bienestar físico o
emocional. Estamos a salvo precisamente por estar
jugando, al hacerlo imaginamos y experimentamos
situaciones distintas aprendiendo de ellas.
Podemos crear situaciones que antes no existían…
Establecemos nuevas conexiones cognitivas en nuestra
vida cotidiana, aprendemos valiosas lecciones y habilidades
sin poner nuestra vida en peligro».
Buena parte del juego al que nos entregamos los adultos,
consiste en proyectar como va a ser nuestro futuro.
Jugamos a imaginar como sería la nuestra futura pareja.
o la casa en la cual nos gustaría vivir…
Nuestra fantasía, es una especie de «campo de pruebas»
donde ensayamos situaciones y escenarios.
Si se pierde la capacidad de jugar, también se pierde la
alegría de vivir, hay que tomarse el juego del mismo
modo que lo hacen los niños, como la cosa más importante
del mundo