Fue entonces, cuando retozó el lamento procedente de
unas flores quebradas por el viento; la tierra, se tiñó de
azaleas, incluso el magnolio, quiso redimir la solanera con
sus graciosos y vistosos capullos de nieve roja.
Hasta los propios sauces, quisieron desprender una ligera
lluvia azucarada.
Las cigüeñas, desplegaron sus alas de luna, sombreando
los surcos fértiles, sembrados de mijo y azafranes…
Los cuervos, decidieron huir dispersándose por el espacio
azul celeste de nuestro cielo.
Más tarde, llegaron los duendes del amor,engalanados
con unos collares hechos con campanillas graciosas y
ardientes.