Quien ha tenido la suerte de alcanzar la libertad de
la razón, no puede por menos, que sentirse un caminante.
El buen caminante, sentirá con alegría e interés, el mirar
con los ojos bien abiertos, cuanto está a su alrededor, de
ese modo, guardará esas sensaciones en su mochila, compañera
inseparable de viaje…
El buen caminante, debe tener alma de aventurero y entereza
para evitar atar su corazón, a cualquier situación que se pueda
presentar sin que esté en su ideario.
¡En su interior, anida una fuerza que le obliga a cambiar de
paisaje con frecuencia!!.
Dada su condición de luchador nato, se limitará a esperar
el nuevo amanecer para proseguir con la misma ilusión
su deseado periplo.