La Junta niega el fenómeno en Andalucía por su diversidad de destinos pero están proliferando las quejas en las barriadas del centro
España tiene en la industria turística su principal motor económico desde hace años. El sector ha sido capaz de generar algunas contrataciones incluso en los peores momentos de la crisis y, en los últimos periodos, cuando además de repuntar ha superado las mejores cifras de los registros históricos -entre enero y junio los visitantes gastaron 37.000 millones de euros, una de las cuantías más altas que se conocen según los últimos datos oficiales-, se ve inmerso en la polémica: los residentes de importantes destinos como Barcelona o Mallorca rechazan la presencia de extranjeros; la llamada turismofobia. Este fenómeno, ¿tiene presencia en Málaga?
La capital de la Costa del Sol vive el reflejo del incremento en un 15% del número de viajeros que ha contabilizado España en los 6 primeros meses del año con respecto de 2016 y; aunque las muestras de rechazo al visitante no llegan a ser actos vándalicos, como ha ocurrido en la ciudad condal y la capital del archipiélago balear, tampoco son invisibles. Con la llegada de la temporada alta, en barrios del centro como Carreterías y sus alrededores, empezaron a proliferar graffitis escritos en inglés en los que se critica la masificación turística.
Se produce por la cercanía de la zona con múltiples puntos de interés turístico, además de la eclosión del alquiler vacacional que ha experimentado la ciudad.
Además, comerciantes del entorno Thyssen aseguran que se registra más presencia de visitantes, pero en su mayoría del turismo de botellón; lo describen como un perfil ‘low cost’ que generan pocos ingresos pero muchas molestias a los residentes.
Diversificación
El turismo generó el año pasado en España 1,6 millones de empleos, parte de ellos en nuestra provincia. Salvaguardar el principal motor económico de Málaga y Andalucía es el objetivo que persigue la Consejería de Turismo, cuyo máximo responsable, Francisco Javier Fernández, ha descartado recientemente que el fenómeno tiene reflejos aquí porque, en su opinión, este destino tiene su oferta lo suficientemente diversificada: de modo que “la presión turística” está repartida entre los territorios. Sin embargo, no niega la existencia de “conflictos puntuales” en periodos como las fiestas patronales y propone “estar vigilantes”.
La turismofobia es un fenómeno que no se sabe si ha llegado para quedarse. Sí que ha dado luz a la dicotomía del sector, que por un lado es generador de puestos de trabajo e ingresos pero, también es un consumidor de espacios urbanitas, culturales, residenciales e incluso entornos naturales cada vez con más fuerza. Muchos lugareños anuncian que están dispuestos a subirse al carro de los críticos; suponemos que no son empresarios ni empleados del sector y; si nos apuran, que nunca han planificado unas vacaciones con la economía muy ajustada, convirtiéndolos en viajeros ‘low cost’.