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Ante el elevado grado de poder e influencia que el feminismo ejerce en las sociedades occidentales conviene analizar la evolución de un movimiento que en su definición oficial afirma buscar la igualdad de derechos y oportunidades para los dos sexos.
Cuesta mucho entender como algo que supuestamente trabaja por un bien común tan deseable como es el de eliminar las fuertes discriminaciones sexuales que afectan a hombres y mujeres en el mundo entero se vea cada vez más rechazado y criticado por la ciudadanía, y esto a pesar de los muchos medios y ventajas de los que dispone al contar con el respaldo de las más poderosas instituciones nacionales e internacionales.
¿Cuál es entonces el grave fallo del feminismo? La potente y paradójica diferencia existente entre sus declaraciones y sus acciones prácticas, el hecho cada vez más visible de que potencie el femicentrismo y la misandria, sobre todo desde que en el año 1995 tras la IV Conferencia de la Mujer celebrada en Pekín el feminismo de género se impusiese a nivel mundial. Ciertamente, el feminismo ha terminado cediendo a uno de sus principales defectos estructurales al convertirse en un mero grupo de presión basado en la pertenencia al sexo femenino. Así ha derivado en un movimiento unilateral, egoísta y exagerado, cuyo fin primordial es privilegiar a las mujeres. Es decir, se ha convertido en un claro sexismo favorable a la mujer y discriminatorio con el hombre. Una buena parte del feminismo se ha convertido en hembrismo politizado.
Conviene que las personas igualitarias se percaten de esto, ya que es la verdadera causa que explica la diferencia existente entre la demagogia y propaganda manipuladora que define al feminismo de género como un movimiento positivo, noble e igualitario y la realidad de sus acciones que demuestran como se aleja cada vez más de estos dignos ideales. Las personas igualitarias deben observar al feminismo de género partiendo de esta base y trabajar para impedir que siga dándose pábulo a sus abusos, parcialidades e injusticias lo antes posible. Y a los hombres les conviene especialmente tomar conciencia de esta pésima deriva feminista, ya que a ellos será a quienes más perjudiquen y discriminen sus efectos.