Ni el sol que nos alumbra y calienta, ni el aire que
respiramos, ni la grandeza del universo, resulta
comparable con el cariño que te tengo…
¿Acaso me veré obligado a correr, hasta el lugar
donde el viento acaricia los almendros, con la finalidad
de ser creído?.
¡De estar allí, te esperaré sin derramar una sola
lágrima, tal y como hace el viento sobre la nieve!!.
No te demores en nuestro encuentro, pues hasta
que llegues, mis ojos, permanecerán cerrados como
lo están los del perro sin dueño, cansado de deambular
buscando cobijo, ante el frío diluvio de lágrimas
heladas.
¡Al encontrarnos, emprenderemos viaje a bordo de
nuestra alfombra sarracena del deseo, ella nos
conducirá con premura, hasta el lugar donde emiten
sus cánticos, las flores más preciosas del vergel !!.