Es noche cerrada, y la luna brilla en el cielo, un
suave viento, riza insistentemente el agua del
estanque.
Somos muchos, los que nos sentimos viajeros
por los mares de la vida, pero al igual que las
aves, desean regresar a su nido, en esas noches
de tormenta, el viajero tiene necesidad de regresar
a su punto de partida.
¡No hay que sentirse isla solitaria en medio del mar
de la vida!!.
Al proseguir con nuestro caminar, apreciamos allá
en la lejanía, como tiemblan en la noche las últimas
estrellas.
Entiendo, que se puede soportar la situación con
bastante templanza, pues no en vano, los años
son una asignatura más de la escuela de la vida.