Por Íñigo Sáenz de Ugarte para Guerra Eterna
Emmanuel Macron ha descubierto este miércoles que la campaña de la segunda vuelta de las elecciones francesas no consistirá simplemente en una suma de los apoyos previos de los candidatos, lo que le daría una victoria fácil. Toda campaña tiene su propia dinámica y origina acontecimientos inesperados ante los que la respuesta del político puede empeorar las cosas.
Macron viajó a Amiens a reunirse con los representantes sindicales de los trabajadores de la factoría de Whirlpool en plena movilización por la decisión de la empresa de trasladar la planta a Polonia, dedicada a la producción de secadoras de ropa, lo que dejaría sin empleo a 280 personas en 2018. La deslocalización de ciertas líneas de producción y el cierre de factorías, en el peor de los casos, ya fueron un tema relevante en la campaña electoral de EEUU con las promesas de Donald Trump de poner fin a estas decisiones. El candidato centrista pretendía separarse de la imagen de representante de la élite económica que ignora las preocupaciones de una clase trabajadora castigada por el desempleo o la precariedad laboral.
Amiens está en la zona norte de Francia, que fue en la primera ronda de las elecciones un feudo de Marine Le Pen. La candidata ultraderechista no desaprovechó la oportunidad. Una campaña convencional de mítines y entrevistas no le llevará muy lejos. Tiene que tensar la cuerda y encontrar la forma de crear situaciones que confirmen su mensaje de campaña: ella es el pueblo, Macron es la élite.
Y allá se fue Le Pen, no a reunirse con los sindicatos, sino a mezclarse con los trabajadores movilizados en la calle. Algunos la aplaudieron, otros no, pero lo que importa es que pudo dejar su mensaje: “Yo estoy entre los asalariados que resisten contra la globalización salvaje. Yo no estoy con los representantes que comen pastas”. A esa hora, Macron se veía con los sindicatos en la sede de la Cámara de Comercio local. Es posible que hubiera pastas en la mesa.
Tras esa cita, Macron dijo que la situación de esa fábrica era inaceptable y que hay que hacer lo que sea para impedir el traslado. No dijo cómo, más allá de buscar un comprador para que la planta siga funcionando. “Cuando ella dice que la solución es dar la espalda a la globalización, está mintiendo. No podemos ilegalizar los despidos. Debemos luchar para encontrar un comprador”.
Los medios franceses han recordado que François Hollande hizo promesas similares en una visita en la campaña de 2012 a una planta siderúrgica amenazada de cierre. La fábrica se cerró cuando Hollande era ya presidente y los sindicatos le acusaron de traición.
Más allá de los argumentos de Macron y Le Pen, su visita a Amiens ofreció dos imágenes diferentes para la televisión. Le Pen, rodeada de trabajadores y haciéndose fotos con ellos; Macron, silbado por algunos de ellos y rodeado de cámaras de televisión (aun así pudo separarse de los reporteros y hablar directamente con trabajadores).
Los asesores de Le Pen tienen dos semanas para machacar esa idea. Amiens ha sido su primera etapa, y parece haberle salido bien. Lo llaman un “choque de civilizaciones” entre los ganadores y los perdedores de la globalización, donde ya se puede suponer en qué bando colocarán al exbanquero Macron.
Los números están en su contra. Una encuesta del martes concede el 61% a Macron y el 39%, en la línea de sondeos anteriores. Le Pen necesita más emboscadas, aumentar en 10 millones su número de votantes y conseguir que muchos decepcionados de la izquierda y la derecha se queden en casa el 7 de mayo. Una muy baja participación es uno de los requisitos imprescindibles para que la líder del FN se acerque a la victoria.
Como escribí hace unos días, no hay ninguna encuesta que demuestre una corriente significativa de votos desde los votantes de Mélenchon a Le Pen, que comparten el rechazo a la globalización y a la política económica liberal imperante en la UE. Una posibilidad es que la mitad de los votantes de Fillon y Mélenchon apueste por Macron. El 30% de los primeros y el 40% de los segundos optarán por la abstención. El grupo católico Sens commun, que apoyó a Fillon en campaña, ya ha dicho que no seguirá la recomendación del conservador de apoyar a Macron. Mélenchon persiste en su idea de no decir a quién votará y se remite a la consulta a las bases de Francia Insumisa, cuyo resultado se conocerá el 2 de mayo. Por el contrario, el líder del Partido Comunista Francés ha dejado claro que la prioridad es parar a Le Pen.
Las encuestas disfrutan ahora de un momento de credibilidad al haber acertado en líneas generales el resultado de la primera ronda. Eso no quiere decir que las actuales vayan a coincidir con el resultado de la segunda. Si dentro de una semana Le Pen consigue crear más situaciones como las de Amiens y eso repercute en los sondeos, los últimos siete días de campaña serán mucho más interesantes.