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lunes, diciembre 2, 2024

Los andaluces que ayunaron en la Semana Santa de hace 25 años para pedirle a ETA que dejara de matar

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Todo el mundo estaba convencido de que ETA planeaba un atentado en Sevilla durante la Exposición Universal de 1992 (Expo 92), de la que ahora se conmemoran sus 25 años. En 1990, la Guardia Civil detuvo, en un control rutinario en el área metropolitana, al terrorista Henri Parot, jefe del comando itinerante de ETA, autor de una veintena de atentados y con 30 asesinatos a sus espaldas. Pretendía colocar 338 kilos de explosivos en la Jefatura Superior de Policía de Sevilla, situada en el corazón de la ciudad, justo al lado de El Corte Inglés.

En 1991, un año después de la detención del terrorista que quería volar el centro de Sevilla, cuatro personas mueren como consecuencia de la explosión de un paquete bomba en la cárcel Sevilla I. ETA planeaba una carnicería en aquella Andalucía que inauguraba el AVE y que se preparaba para mostrarse al mundo a través de los ojos de la Expo 92. Una placa recuerda en la Plaza de la Gavidia, lugar donde estaba previsto que explotaran los 338 kilos de explosivos incautados, a la Guardia Civil que evitó la masacre programada por ETA.

Eran los años duros de ETA, los asesinatos se contaban con cifras de dos dígitos y la sociedad civil seguía mirando para otro lado. En éstas, el que fuera líder jornalero Paco Casero y Francisco Garrido, exdirigente de Los Verdes y profesor de Filosofía en la Universidad de Jaén, lanzaron un manifiesto en la prensa invitando a la ciudadanía a sumarse a una huelga de hambre en el Árbol de Gernika, donde se encuentra la sede de las Juntas Generales de Vizcaya y símbolo de las libertades y derechos del pueblo vasco. El ayuno por la paz tendría lugar durante la Semana Santa de 1992, justo una semana antes de que se abrieran las puertas de la Expo 92 y para facilitar que la gente se uniera por ser periodo festivo.

Una treintena de personas que no se conocían entre ellas y de diferentes ámbitos, incluida una familia malagueña con cuatro hijos pequeños, una pareja de ancianos de Granada y el párroco del municipio gaditano de San José del Valle, respondieron al llamamiento pacifista que defendía el derecho de autodeterminación de los pueblos pero desde la ausencia absoluta de violencia, incluidas las torturas de los GAL. El Domingo de Ramos de 1992 salió de Sevilla un autobús con dirección a la localidad vizcaína de Guernica, cargado con tierra del Bajo Guadalquivir para depositarla en el árbol sagrado de los vascos que estaba enfermo, «quizás de tanta degradación moral y terror», en palabras del profesor Francisco Garrido un cuarto de siglo después.

Cuentan los promotores de la iniciativa que, a medida que el autobús se acercaba a tierras vascas, el miedo se iba a apoderando de los andaluces, pero nunca les paralizó. «Sabíamos que llevábamos razón y que teníamos la obligación ética de hacer lo que hacíamos», recalca Francisco Garrido, que años más tarde ocuparía escaño en el Parlamento de Andalucía con IU y en el Congreso de los Diputados en las listas del PSOE, en sendas ocasiones como miembro de Los Verdes.

«Nuestros argumentos eran irrebatibles»

Nunca antes se había organizado una huelga de hambre contra ETA. Y mucho menos por andaluces, desde la defensa del derecho de autodeterminación y señalando también a los GAL. «Nuestros argumentos eran irrebatibles», sostiene el jerezano Manuel Ruiz, entonces militante del Partido Andalucista, que se había casado diez días antes y usó su luna de miel para hacer una huelga de hambre que apoyaron medio centenar de ayuntamientos andaluces, entre ellos el de Sevilla, Jerez de la Frontera y Córdoba.

También los obispos de Jerez de la Frontera y Sevilla, Rafael Bellido y Carlos Amigo, respectivamente, y todos los partidos políticos vascos, a excepción de Herri Batasuna (HB), la marca electoral de la banda terrorista por aquellos años de «resentimiento, silencio sepulcral y mucho dolor», en palabras de Iñaki García, que entonces era concejal del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en el municipio vizcaíno de Miravalles y que hoy recuerda por teléfono la emoción y alegría que sintió al leer en la prensa vasca la noticia de que un grupo de andaluces iban a Euskadi a hacer una huelga de hambre por la paz.

«Trabajaba en una imprenta, salí a comerme el bocadillo al bar y leí una noticia en el periódico que me puso los vellos de punta», rememora. Por entonces, tenía 26 años y después llegaría a ser el líder de las Juventudes del PNV. Ni corto ni perezoso, este vizcaíno recorrió los 70 kilómetros que separan su pueblo de Guernica para conocer a los pacifistas andaluces y ofrecerles toda su ayuda.

De izquierda a derecha, Manuel Ruiz, Paco Casero y Francisco Garrido.
De izquierda a derecha, Manuel Ruiz, Paco Casero y Francisco Garrido.

Contrahuelga de HB

Iñaki García fue el taxista, el jefe de prensa, la conexión con entidades y partidos políticos vascos, quien buscó la casa de un cura para que pudieran descansar por la noche y quien también los protegió de las provocaciones del mundo abertzale, que publicó columnas en la prensa afín a ETA en contra de la iniciativa, pintó las paredes de Guernica recordándole a los pacifistas quiénes eran los dueños de la calle en Euskadi, y hasta montó una contrahuelga en respuesta a las demandas de los andaluces.

La hemeroteca refleja la repercusión mediática que la iniciativa tuvo, tanto en Euskadi como en Andalucía y en el resto de España. La huelga de hambre se llevó a cabo también en diferentes ciudades españolas de manera simultánea en apoyo a los andaluces.

«Ninguna iniciativa popular en Euskadi tiene parangón con la huelga de hambre que llevaron a cabo este grupo de andaluces», enfatiza Iñaki García, que se ha enfrentado a lo largo de su vida a demasiados episodios de violencia y amenazas del entorno de ETA. Un cuarto de siglo después, presume de tener amigos andaluces y los pacifistas lo recuerdan con profundo cariño y admiración por el gesto de valentía que tuvo al apoyarles a cara descubierta en un País Vasco que no se parecía en nada al de hoy. «Me siento orgulloso de haber sido el peón-albañil de aquellos andaluces por la paz», dice emocionado.

No sólo se acercó él a apoyar a los pacifistas andaluces, también lo hicieron Gregorio Ordoñez, el portavoz del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián que años después sería asesinado por ETA con un tiro en la nuca; el expresidente del PNV Xavier Arzalluz; el director de cine Elías Querejeta; representantes de Gesto por la Paz, un grupo pequeño de vascos que guardaban quince minutos de silencio en las plazas del País Vasco tras un asesinato de ETA en los tiempos en los que nadie hablaba en los bares sobre la violencia terrorista y el entorno abertzale se ponía enfrente de su pancarta a insultarles y amenazarles.

Los andaluces se llegaron a reunir con representantes de HB para convencerles de que «la paz es el único camino para defender posiciones políticas», apunta Paco Casero, antiguo dirigente del Sindicato de Obreros del Campo y con un nutrido historial de ocupaciones de finca y defensa de las causas del pueblo andaluz.

La huelga de hambre provocó un intenso debate del que se hicieron eco los medios de comunicación y las formaciones políticas. No toda la izquierda andaluza entendió el espíritu del ayuno por la paz. José Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y líder jornalero, lo tildó de «oportunista» e «hipócrita» en un duro artículo publicado en el diario Egin, altavoz del mundo terrorista, clausurado en 2008 por orden del juez Baltasar Garzón, y donde aquella Semana Santa de 1992 se publicaron tribunas en contra de los pacifistas andaluces, a los que se les llegó a invitar a luchar contra el hambre en Andalucía.

El Ayuntamiento de Córdoba, gobernado por Herminio Trigo (IU), aprobó una declaración de apoyo a los pacifistas sólo con los votos de la coalición de izquierdas y con la abstención de PP y PSOE, lo que deja entrever la polémica suscitada. «Había quienes pensaban que poníamos a Andalucía en la diana de ETA», subraya Francisco Garrido.

Tras seis días de ayuno, el Domingo de Resurrección hicieron el viaje de vuelta a Andalucía y meses después recibirían el Premio Ana Frank, reconocimiento del sindicato independiente de la Ertzaintza Erne que premiaba con este galardón el trabajo de personas y organizaciones que se dedicaban a la «ingrata y silenciosa labor de poner esperanza y vida donde sólo queda llanto e injusticia».

Veinticinco años después, la paz ha llegado a Euskadi, se avanza en la reconciliación, ETA ha entregado las armas, Gesto por la Paz se ha disuelto porque ya no tiene minutos de silencio que guardar y los informativos ya no abren con tiros en la nuca. La Exposición Universal de Sevilla se inauguró el 20 de abril de 1992, al día siguiente del Domingo de Ramos, y muchos de los pacifistas andaluces que hicieron la huelga de hambre no la pisaron porque, además de estar en contra de la violencia, también se opusieron al inmenso derroche de dinero público que consideraron se había invertido en el macro evento. Y tampoco estaban de acuerdo en que se festejara con honores institucionales el quinto centenario de la conquista de América por Cristóbal Colón.

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