Francia ingresa este domingo en la última y crucial semana antes de unos comicios presidenciales que supondrán el fin del bipartidismo y que se realizarán en un escenario inédito, ya que por primera vez cuatro candidatos cuentan con posibilidades de alcanzar el balotaje del 7 de mayo.
Además, la recomposición del paisaje político francés que plantea esta elección augura un escenario por demás de incierto de cara a los inminentes comicios legislativos de junio, que definirán la composición de la Asamblea Nacional, la cámara de Diputados del Parlamento.
El resultado de esa segunda elección, apenas un mes después del balotaje de las presidenciales, podría dejar al próximo y flamante mandatario sin mayoría parlamentaria propia y con una obligada cohabitación con un primer ministro de otra formación política.
A ocho días de la primera vuelta del 23 de abril, los sondeos sitúan, separados solo por tres o cuatro puntos porcentuales, a cuatro candidatos en un virtual empate técnico para definir las dos plazas para el balotaje.
Ellos son la ultraderechista Marine Le Pen (23/22,5% de intención de voto), el liberal Emmanuel Macron (22/21,5%), al ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon (20/19%) y el conservador Francois Fillon (19/18,5%).
Las mismas encuestas son lapidarias: el histórico Partido Socialista (PS), lastrado por el desgaste de cinco años de gobierno del impopular presidente Francois Holande, se encamina a padecer una derrota sin precedentes.
Asimismo, otro dato de las consultoras alarma a la clase política: cerca de un tercio de los 45,7 millones de los franceses habilitados para votar podrían abstenerse, exactamente un 32% del padrón.
Una cifra sin precedentes en un país donde el sufragio no es obligatorio pero con una fuerte tradición de participación en las presidenciales, a diferencia de los comicios legislativos, municipales, regionales y para renovar las bancas del país en el Parlamento Europeo.
«En este país nunca nada pasa como lo habían previsto los periodistas o encuestadores, nadie sabe lo que puede pasar aún. El pueblo francés está dando pasos hacia dejar atrás muchas salidas políticas como tradicionalmente lo fueron el PS o los partidos conservadores, Francia está madurando», dijo Matthieu Trouvé, especialista en Historia Política en el centro de estudios universitarios Sciences-Po Bordeaux, en declaraciones a Télam.
«Es una elección muy interesante, de ruptura. Tenemos una campaña electoral de personas nuevas y un rechazo claro a los antiguos dirigentes. Los franceses quieren nuevas figuras y esa es la principal novedad», estimó Trouvé.
«Los cuatro favoritos son candidatos antagónicos, que reflejan un paisaje político fracturado e incapaz de transmitir una visión común sobre las grandes elecciones políticas susceptibles de donar una dinámica a nuestro país», agregó.
Esta confusión electoral, que pone a la segunda economía europea bajo los proyectores del mundo entero, preocupa cada vez más a los socios de Francia en la Unión Europea (UE), principalmente porque dos de los cuatro candidatos que aspiran a alcanzar el balotaje, Le Pen y Mélenchon. Prometieron sacar a Francia del bloque comunitario.
Por el momento, Le Pen y Macron permanecen al frente, pero la diferencia que ostentaban frente al resto de los candidatos se achicó y en las últimas semanas evidenciaron un descenso en la intención de voto.
Le Pen, que se resiste a enfrentar sus embrollos judiciales rechazando presentarse a declarar, parece encaminada a emular a su padre Jean-Marie, que en 2002 se metió en el balotaje.
La ultraderechista basa su estrategia en el apoyo obrero en el interior de Francia y el de los jóvenes que votarán por primera vez, pero sobre todo en el desprejuicio de los franceses para aceptar a un partido que hasta hace pocos años era considerado un problema para la democracia gala y al cual cada vez más gente ve hoy como una solución a los problemas del país.
De su lado, Macron, el joven ex integrante del banco Rothschild, el principal favorito por ser el único que vencería a cualquier candidato en caso de llegar a segunda ronda, es acusado por sus adversarios de haber «uberizado» la elección por presentarse como independiente y sin estructura partidaria ante un sistema político tradicionalmente basado en el poder territorial de los dos grandes partidos.
La sorpresa de la primera vuelta es el fulgurante ascenso del izquierdista Mélenchon y su movimiento Francia Insumisa, que aspira a obtener los votos del socialista Benoit Hamon, quien no para de perder apoyos y se dirige a protagonizar la derrota más humillante en la historia del PS.
Una parte del electorado del PS, y algunos ministros que compartieron el gobierno del impopular Hollande con Macron (ministro de Economía entre 2014 y 2016), entre ellos el ex premier Manuel Valls, ya se aliaron al joven de 39 años que pese a no contar con estructura partidaria seduce a los votantes centristas y liberales.
No obstante, otra porción del PS -principalmente la rama juvenil- apoya al carismático Mélenchon, un ex socialista que integra una coalición de partidos de extrema izquierda donde sobresale el Partido Comunista francés (PCF).
Los jóvenes ven a Mélenchon como un «Sanders francés», en alusión al estadounidense Bernie Sanders, el precandidato demócrata que perdió la primaria frente a Hillary Clinton.
Con una retórica antisistema y su proyecto de refundar Francia, Mélenchon suavizó su discurso que seduce por su faceta humanista frente a las políticas de austeridad que promulgan el resto de los candidatos.
Los 8 puntos porcentuales ganados este mes por Mélenchon llevaron a los medios galos a centrarse en su figura con artículos, en la mayoría de los casos, que caricaturizan su afinidad por el chavismo venezolano o la formación española Podemos.
Cuarto y al acecho, figura el ex primer ministro conservador (2007-2012) Fillon, quien hasta hace un mes y medio lideraba las encuestas, pero revelaciones periodísticas sobre los supuestos empleos ficticios de su mujer y dos de sus hijos llevaron a la Justicia a intervenir e imputar al candidato.
No obstante, Fillon comenzó a recuperar poco a poco el apoyo de la derecha francesa y se mantiene expectante a pesar de la multiplicación de denuncias y su caída en los sondeos.
Ante este escenario abierto, lo único claro, según analistas y encuestadores, es que la presidencial gala marcará el fin del bipartidismo y que podría llevar a la ruptura del PS.
Hamon, quien dejó el gobierno de Hollande por el viraje liberal que el mandatario dio a su política económica, no cuenta con el apoyo de su partido ni del gobierno, lo que se traduce en una sostenida pérdida de su caudal electoral en favor de Macron y Mélenchon.
Hamon reúne un escueto 7% de apoyo, lo que sitúa al PS al borde de la quiebra y de una trágica perspectiva, ya que la derrota sería más que simbólica tras cinco años en el poder.
Si un candidato no supera el 5% de los votos, el Estado no cubre la totalidad de los gastos de campaña lo que podría herir mortalmente a la centenaria formación fundada por Jean Jaures.