El primer amago de Susana Díaz para intentar liderar el PSOE fue a mediados de 2014, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba anunció que tiraba la toalla y se convocó un congreso. Ella no llevaba ni un año en la presidencia de la Junta de Andalucía, tras haber sido propuesta por su predecesor José Antonio Griñán, pero para muchos se había convertido en la gran revelación para la política de este país y en un fenómeno dentro del PSOE.
Cuando todo el mundo daba por sentado que Susana Díaz cogería ese tren, una mujer que todavía no había cumplido los 40 años ni se había enfrentado nunca a las urnas como candidata, decidió dejarlo pasar y su apuesta fue Pedro Sánchez. Su respaldo fue clave para que obtuviera la victoria, porque Pedro Sánchez arrasó en la todopoderosa federación del sur.
Las razones para descartarse la primera vez
De este modo, después de semanas de especulaciones tras la decisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, la presidenta de la Junta de Andalucía confirmó que no se presentaba en una entrevista el 10 de junio de 2014 en la cadena SER. «He consultado con mucha gente, y como contribuyo a Andalucía es cumpliendo con mi palabra», aseveró entonces. Y expuso tres razones para renunciar: primero, «darle estabilidad» a la comunidad autónoma más poblada; segundo, mantener unido a un PSOE-A que era «la columna vertebral» tras «el mal resultado del 25-M»; y tercero, «no defraudar» a la gente a la que había dado su palabra de volcarse con Andalucía.
Éstas fueron las razones oficiales, aunque había también otras oficiosas. Susana Díaz se quedó en Andalucía tras un profundo proceso de reflexión y después de haber recibido muchas tentaciones. Entre los motivos no revelados, el más determinante fue que no consiguió que Rubalcaba frenara la candidatura de Eduardo Madina, un rival entonces difícil de batir. Y a Susana Díaz no le «gusta perder ni al parchís». Súmese a ello que no estaba avalada todavía por una victoria en las urnas porque había llegado a la presidencia por designación.
Sin embargo, en los movimientos tácticos de su entorno era evidente que el salto a Ferraz estaba entre sus aspiraciones. En el casi desconocido Pedro Sánchez creyó encontrar un líder de transición fácil de manejar y adecuado para sus intenciones futuras y se volcó con él en su campaña.
Pero tan rápido como Pedro Sánchez ganó las esas primarias, Susana Díaz debió de arrepentirse, porque el entonces diputado no respondió para nada a los esquemas que se había planteado en función de lo que esperaba y de la llamada cultura de partido. Por eso, casi inmediatamente empezó una mala relación cada vez menos disimulada con el entonces líder del PSOE.
La segunda oportunidad le llegó año y medio después tras la derrota del PSOE liderado por Pedro Sánchez en las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. Sólo dos días después de esos resultados, reunida con su grupo parlamentario, Susana Díaz dejaba claro que Pedro Sánchez debía asumir su fracaso en la oposición como primer paso para dejar el liderazgo del partido. Y ella se sentía preparada esta vez después de haber ganado las elecciones autonómicas del 22 de marzo de 2015 con un estratégico adelanto de los comicios que le permitió evitar que Podemos se armara en Andalucía.
«Todavía tiene más reconocimiento la victoria del PSOE-A con las mayorías mucho más endebles que se están produciendo ahora en el resto del país», manifestó en dicha reunión la presidenta de la Junta de Andalucía. No se pidió entonces la cabeza de Pedro Sánchez pero sí se marcó el camino a ese callejón sin salida, lleno de líneas rojas, en el que se encontraría luego el secretario general: imposible negociar con Pablo Iglesias por el referéndum de Cataluña que proponía Podemos como incuestionable; imposible apoyar la investidura de Mariano Rajoy y del PP.
Por ello, pese a que después Díaz dejó caer que sería bueno para España un Gobierno de Sánchez, en vísperas de que éste intentara su frustrada investidura, ninguno de sus rivales en Andalucía se lo cree. La propia líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, se lo ha reprochado más de una vez en sede parlamentaria cuando Susana Díaz le ha echado en cara que Pablo Iglesias impidiera la investidura del socialista: «¿Quién se cree en este país que usted quería un Gobierno de Pedro Sánchez?».
Se daba por sentado que un líder del PSOE que obtuviera peores resultados que Rubalcaba, es decir, por debajo de los 110 escaños, no podría consolidarse en el cargo. Cierto es que esta previsión no era del todo justa porque Pedro Sánchez ha sido el único que se ha enfrentado a un Podemos consolidado, y efectivamente, no estaba dispuesto a irse. Se sentía con argumentos para concurrir a las elecciones generales que se volvieron a convocar para el 26 de junio de 2016. Cuando muchos de nuevo empujaron a Susana Díaz para que le disputara la candidatura, la presidenta de Andalucía tampoco dio el paso.
… Y la segunda
« Llevo demasiado tiempo contestando a la misma pregunta. Mi compromiso está en Andalucía y yo sólo pienso en mi región. Y le pongo todo el tesón para que Andalucía abra los mejores años de su historia», respondía un par de meses antes de los comicios, si bien ya no se descartaba para pelear por la secretaría general después si Pedro Sánchez volvía a perder: «Ya tocará reflexionar sobre lo mejor para el partido». Paradójicamente veía entonces en Eduardo Madina la mejor opción para frenar a Pedro Sánchez y, reconciliada ya con el vasco, insistía en que éste fuera bien posicionado en la lista para tener garantizado escaño en el Congreso de los Diputados.
¿Por qué no lo hizo esta vez? Varias razones. Entre otras, tenía un fortín en la Junta de Andalucía, con un pacto de investidura con Ciudadanos que no le daba dolores de cabeza, después de haber pasado por unos meses difíciles con el socio más incómodo que fue IU. En cambio, el panorama se antojaba muy incierto a nivel nacional cuando todos daban por sentado que una repetición electoral beneficiaría a Mariano Rajoy, como finalmente ocurrió: volvió a ganar y mejor. Y, además, habría supuesto para el partido un proceso de competencia en primarias de nuevo en un momento más que delicado, con un Pedro Sánchez reforzado por sus esfuerzos por lograr acuerdos.
Ventajas e inconvenientes de la tercera
Pasado este segundo tren, ha llegado a Susana Díaz el tercero y, en principio, definitivo después de haber precipitado la salida de Sánchez, con la dimisión en bloque de la mitad de su ejecutiva, y haber conseguido una gestora que ha propuesto un calendario que le beneficia. La oposición en Andalucía insinúa que su apuesta por Ferraz le da una puerta de salida ante un panorama que, aunque sigue dando como ganador al PSOE en la región, augura una distancia cada vez más corta con el PP. Las últimas encuestas son reveladoras.
En todo este tiempo, Susana Díaz se ha trabajado este momento, comprometiéndose con mucha gente dentro y fuera de su partido, pero confiaba en que sería más fácil. Creía su entorno que la derrota en el comité federal de Pedro Sánchez y especialmente la candidatura que se apresuró a anunciar Patxi López frenaría al madrileño. No ha sido así y ahora la batalla está servida y será mucho más dura que si se hubiera enfrentado exclusivamente al exlehendakari.
De momento, mantiene la presidencia de la Junta de Andalucía y la secretaría general del PSOE-A porque es perfectamente compatible con los estatutos, tanto si gana como si pierde las primarias. Es su red temporal, pero no infalible. Si perdiera, sería muy previsible que su liderazgo en el partido y en la región fuera cuestionado. Si ganara, entonces sí, la presidencia de la Junta de Andalucía le garantizaría un escaparate muy bueno mientras no tenga escaño en el Congreso de los Diputados y resuelve la unidad de su partido. En todo caso, ya está abierto el debate de la compatibilidad de sus cargos con la hipotética tarea como secretaria general del PSOE.
Con todo, uno de los escenarios que preocupan al PSOE-A es que Rajoy, que desde mayo puede convocar elecciones generales y tendría una buena excusa si no logra apoyo para los Presupuestos Generales del Estado, quiera aprovechar la debilidad y crisis de liderazgo en los socialistas y lo haga en pleno proceso de primarias o justo después de resolverse, lo que pondría no sólo al vencedor o vencedora sino a todos los socialistas en una tesitura complicada.