La política es una maquinaria cuyo enganaje está formado por partidos y los nuevos, se adaptan a lo que hay si quieren formar parte; me comentó hace unos días una amiga. Pero ya va siendo hora de que esa maquinaria artificial se sustituya por un corazón, que sienta y se mueva por los latidos de las necesidades humanas y no por satisfacer sus propios intereses. Desesperada por la corrupción política, hace dos años me afilié a Ciudadanos. Me ilusionó formar parte de un proyecto que prometía transparencia democrática y combatir a los que abusaban de su cargo. Conocí muchas personas entrañables que deseaban hacer una política honesta que diera solución a los problemas de los ciudadanos a la vez que derribar a los que aprovechando su cargo se enriquecían injustamente.
Pero parece que imposible no era solo una opinión. En vez de combatir la corruptela con fuerza, se ataca a personas cuyo objetivo es ayudar a los ciudadanos. Entre ellos, Mari Carmen Prieto, que tras acceder Irene Rivera al Congreso en las elecciones generales de 2015, es diputada en el Parlamento andaluz. Comenzó su labor muy ilusionada, se ocupó de los más desvalidos, especialmente ancianos y discapacitados, apoyó iniciativas en favor de la igualdad de las niñas; donó las dietas de agosto a Cáritas, y criticó la falta de democracia interna. Ahora le han abierto un expediente en base a datos falsos. A diferencia de otros políticos que prefieren su seguridad a su libertad, ella hizo aquello para lo que le habían votado, defender a los ciudadanos y sus derechos.
Hace ahora un año me desafilié al ver que retiraban de sus cargos a personas que habían probado su competencia y ponían en su lugar a otros afines a las directrices del partido, por ejemplo nombraron a dedo a un diputado del Congreso. Pero aún sigo creyendo que un orden que encubra la corrupción, el clientelismo y la avaricia, es inestable y provisional, y confío en que algún día la mayoría de los políticos realicen su labor desde un sentimiento sincero de ayudar a los ciudadanos y no en derribar a los que lo están haciendo ya.
“Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”. Benjamin Franklin