Íñigo Errejón se aleja de primera línea. El hasta ahora número dos de Podemos ha aceptado su derrota en Vistalegre 2. Perderá protagonismo nacional para centrarse en uno de los objetivos que Pablo Iglesias ha marcado como fundamentales en el ciclo político que terminará con las elecciones generales en 2020: retener y aumentar el poder municipal y autonómico de Podemos. El cofundador del partido se perfila como el candidato del partido para la Presidencia de la Comunidad de Madrid que mantiene el PP desde 1991. Nadie ha querido confirmar la decisión en público. De momento.
Lo dejó escrito en su ponencia política el secretario general reelegido. Este sábado lo ha ratificado el nuevo Consejo Ciudadano en su primera reunión. El propio Iglesias lo recordaba en su discurso inicial ante el máximo órgano del partido, cuando señalaba las inminentes elecciones en Catalunya, las próximas andaluzas, y las valencianas y madrileñas de 2019 como la palanca que les permitirá construir una oferta para las generales previstas en 2020.
En sus primeras palabras ante el nuevo CCE, donde ya solo quedan dos de los cinco cofundadores del partido, Iglesias ha sido claro: «Necesitamos agrupar fuerzas para ganar a Cristina Cifuentes con una candidatura ganadora en 2019».
El plan pasa por que Errejón sea el candidato, inscritos y confluencias mediante. En Podemos creen que es una apuesta ganadora y, sobre todo, pacificadora tras la sangría de la II Asamblea Ciudadana. La mayoría de los dirigentes que este sábado han asistido en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a la reunión del órgano han apostado por superar los duros meses que Podemos ha atravesado desde la vuelta del verano de 2016 hasta ahora. La estrategia no está exenta de problemas y obstáculos para Errejón.
El primero son sus propias declaraciones. La posibilidad de que Íñigo Errejón saltara a la política regional ya se filtró durante la campaña de las primarias para Vistalegre 2. A pocos días de que se cerraran las urnas virtuales, Errejón salió al paso y rechazó que tuviera en mente dar un paso atrás en la política estatal si no lograba imponer sus tesis entre los inscritos.
Entonces se mencionó la opción de que el diputado diera el salto al Ayuntamiento de Madrid. Errejón lo rechazó: «La Asamblea Ciudadana de Podemos no es un intercambio de cromos, y muchos menos un intercambio de cromos que no son nuestros. El Ayuntamiento de Madrid no es una parada en boxes para poner a nadie».
La idea se manejó en 2015. También se habló entonces de la opción de la Comunidad de Madrid. Pero se descartó muy pronto ante la inminencia de la elecciones generales de 2015.
Errejón tiene ahora que contrarrestar unas declaraciones que se enmarcan en un proceso de primarias internas. El partido ha empezado a hacerlo desde ya. Tras el CCE, cuatro personas (cuatro hombres), han ofrecido declaraciones ante los medios: Errejón, Ramón Espinar (secretario general de Madrid), Miguel Urbán (líder de Anticapitalistas) e Iglesias.
Los cuatro han remarcado que el órgano ha ratificado el «objetivo estratégico 2019». Aunque con matices. Iglesias y Errejón han coincidido en que hay una decisión por «redoblar la apuesta». Espinar ha sostenido que Errejón será un «magnífico candidato» si tiene « la ambición legítima» para serlo y en vista de que Vistalegre 2 «dio un mandato de unidad» al partido.
El partido en Madrid
Esa unidad es el segundo de los obstáculos. Ramón Espinar tiene que dejar paso a Errejón cuando en las primarias de Madrid se impuso holgadamente a la lista que patrocinaba, y que lideraba Rita Maestre. Espinar controla el partido.
¿Qué equipo tendrá Errejón? ¿Cómo lanzará su candidatura? Espinar domina de forma clara el Consejo Ciudadano Autonómico tras su pacto con Anticapitalistas. Miguel Urbán, que desde este sábado forma parte de la ejecutiva estatal de Podemos, ha sido el menos entusiasta de los cuatro que han declarado tras el CCE: «Nada de cambio de cromos. Se tendrá que debatir quién es nuestro candidato. Lo importante es salir a ganar y eso se hace con un debate desde abajo», ha apuntado.
En Madrid los anticapis han tenido que tragarse un sapo con el que no contaban. Las quejas, soterradas, por la decisión de impulsar desde ya a Errejón se han extendido. El final de 2016 en Madrid fue muy intenso y la campaña de las primarias muy dura. Y el sector que sirvió de apoyo a Espinar y, antes, a Luis Alegre en Madrid se ve a sí mismo como el perdedor.
A cambio, Iglesias les ha dado mucha presencia en su gobierno en la sombra. Además de Urbán, estarán Beatriz Gimeno (consejera estatal y diputada regional en Madrid) y Lorena Ruiz-Huerta, que ha sustituido recientemente a José Manuel López como portavoz en la Asamblea de Madrid.
La relevancia mediática también es fundamental y Errejón afronta dos años con escasa presencia institucional en Madrid. Su papel en el Congreso de los Diputados será menguante. No solo deja de ser el portavoz de Unidos Podemos, sino que ha renunciado a ser portavoz adjunto, por lo que sale de la dirección del grupo parlamentario.
Errejón, además, no tiene ninguna portavocía de comisión relevante en el Congreso. Su papel cuando se repartieron los cargos iba a ser el de dirigir el grupo parlamentario y no asumió más responsabilidades. Ahora esa decisión se puede rehacer, pero habría que mover a muchos diputados y llevará tiempo.
Su papel como referente de Podemos también menguará. Aunque seguirá formalmente como portavoz del partido con presencia en medios de comunicación como miembro de la ejecutiva, su peso orgánico es minoritario.
Por último, los demás partidos que operan en el espacio político de Unidos Podemos en Madrid ya han avisado de que la candidatura de Errejón no está cerrada.
Podemos está obligado a hacer primarias para elegir sus listas electorales, y no tiene previsto no hacerlas en el futuro. Pero una persona como el exnúmero dos del partido, al que Iglesias ya ha dicho que le dará todo su apoyo, difícilmente tendrá rival en una votación interna.
La decisión negociada entre Iglesias, Errejón y Anticapitalistas pacifica Podemos. Al menos de momento. Pero obliga a una reestructuración que afecta no solo al partido en distintos niveles territoriales, sino también a otras formaciones o corrientes que comparten espacios políticos e institucionales. El encaje tendrá que ser muy preciso. Podemos tiene dos años para hacerlo.