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jueves, diciembre 19, 2024

PAPÁ ¿ ESO ES MALO?

El dicho muy conocido, lleno de filosofía popular, "El corazón tiene razones que la cabeza no entiende", tiene una carga de verdadera psicología y roza el misterio del amor y de la intuición, eso que llaman corazonada y que no está lejos de la verdad, porque muchas veces se dan casos de cumplirse esas corazonadas, deseos, intuiciones. Es como el misterio de la fe. Se suele creer más con el corazón que con la cabeza, aunque lógicamente esté respaldado por razones históricas, científicas,etc. Es el caso de este niño y su padre. "Papá¿es malo (creer, pensar) lo del cielo, mamá que está feliz en él, que me quiere y se acuerda de mi?

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PAPÁ,  ¿ ESO ES MALO?

En mi artículo anterior “ La dificultad de creer en Dios”, decía que la dificultad no está en creer en Jesucristo. La dificultad está en creer en Dios, sin Jesucristo. Si tuvísteis la paciencia de leero, veríais la explicación que daba.

Lógicamente, hay cosas que, por tratarse de Dios, de Jesús, también puede presentar dificultad de creer, como es el cielo, los ángeles, la continuación de la vida de nuestros seres queridos en el más allá…

Este artículo me lo ha sugerido una anécdota, real o no, no lo sé, muy emotiva y aleccionadora. Lo cuento, más o menos, como lo recuerdo: Es un niño. Y es  la hora de dormir. La hora de la relajación y de la intimidad en la que se puede hablar con ellos, ya sin la nerviosidad y la hiperactividad infantil. La madre o el padre lo arropan, le dan un beso, le cuentan un cuento, y ,con humor y paciencia, le llevan el vaso de agua que por necesidad o para alargar la cosa, piden, una y otra vez, casi todos los niños.  El niño de mi cuento le dice a su padre, recién enviudado: “ Papá, dice la tita que mamá está en el cielo, que es muy feliz y se acuerda mucho de mi, que me sigue queriendo, que mi ángel de la guarda me protege.”

El papá, con dolor por la reciente muerte de su mujer, endurecido por esto, le dijo, conteniendo las lágrimas:  “No, hijo, tu madre ya no volverá más. Esos son cuentos y no hay que hacer caso”. El niño, con más sensibilidad que razonamiento, con esa intuición de la inocencia y limpieza de corazón de las  que los adultos carecemos, le preguntó con palabras en las que no había duda del cariño de su papá, pero esperando una respuesta aclaratoria de sus dudas  entre lo que le dijo su tita y lo que ahora dice su padre:

“ Papá ¿ y eso es malo?

Porque le gustaba lo que su tita le había dicho: su madre feliz en el cielo, su mamá  que lo sigue queriendo y no se olvida de su niño, su ángel..¡ Era tan bonito!

El problema no está en creer o no. El problema está en no querer creer. Decía el gran Unamuno, agnóstico de mente y creyente de corazón: “El que uno no crea lo comprendo porque yo tampoco tengo pruebas de que existe el cielo, Dios, el más allá…, pero que no quiera que eso sea verdad, eso no lo puedo comprender. País en el que sólo se piense en divertirse, aturdirse..En ese país yo me moriría de asco, de frío, de vergüenza.”

En las tertulias, en la TV, en las conversaciones particulares, en fb, generalmente, no se va a escuchar al otro, a ver si lleva razón. Se va preparado, predispuesto, hasta con prejuicios, para contestar, sin más. Se trata de ver quién vence, no quien convence; no se quiere la verdad, sino mi verdad. Lo de Machado: “ ¿Tu verdad, no. Guárdatela. La verdad. Y ven conmigo a buscarla”. Por eso, levanta tantas pasiones, enfrentamientos, agresividad verbal; a veces, hasta física. Hace falta una enorme valentía, honradez, coraje, vencimiento del amor propio, de humildad. Decía D`ale Carnegie que el 50% de nuestras argumentaciones es de amor propio. La mejor prueba de que se están haciendo las cosas bien en esto es la paz, la serenidad, el respeto, saber escuchar y dejar que el otro crea lo que cree, si es bueno, le da paz, responde a sus más íntimas necesidades y no daña a nadie. Dice la narración que ese padre que había perdido la fe, la recuperó en ese momento no sé si para consolarse o por contagio de la inocencia de la inocencia de su hijo. Quizás también, recordaría aquellas palabras de Jesús: “ Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el Cielo”. Porque más se cree lo que intuye y desea el corazón que lo que la razón  pretende y no entiende.

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