El proceso asambleario de Podemos que terminará el próximo fin de semana ha llevado al límite los equilibrios internos en el partido. Tanto, que una de las tareas indispensables que tendrá que afrontar a partir del 13 de febrero será reconstruir unas relaciones que ahora mismo están rotas. Si se puede.
La cohesión del partido se asentaba hasta ahora en la fortaleza del núcleo duro dirigente. Los cinco promotores mostraban una unidad que ya ha saltado por los aires. El artículo del exdirigente Luis Alegre en eldiario.es, que critica duramente al entorno más próximo a Pablo Iglesias aunque deja también recados a Íñigo Errejón, a sus afines y a Anticapitalistas, es solo el último ejemplo, quizá el más visceral, de la delicada situación que vive Podemos ante Vistalegre 2.
El arranque oficial de la campaña de las primarias de la II Asamblea Ciudadana, que definirán hacia dónde va Podemos y quiénes lo capitanean, no ha servido para apaciguar los ánimos. Las diferencias entre las estrategias de unos y otros son patentes desde hace meses. Sobre todo, desde el proceso de primarias de Madrid del pasado otoño. Esa asamblea autonómica, como la estatal, tenía entre sus objetivos lograr una paz interna que no parece haber llegado.
Hasta el próximo sábado, los inscritos tendrán que elegir entre tres opciones: las que lideran Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Anticapitalistas. Tres propuestas políticas, tres planteamientos estratégicos y tres candidaturas a la dirección estatal del partido.
El final improductivo del periodo de negociaciones para lograr una propuesta común para Vistalegre 2 se cerró con la retirada de Carolina Bescansa y Nacho Álvarez. Dos de los puntales de la dirección de Podemos en sus primeros tres años no han querido formar parte de ninguna candidatura ante el previsible «choque de trenes» que, creen, viene. Y con la esperanza de formar parte de la reconstrucción del partido.
El inicio de la campaña ha confirmado cuál será el campo de disputa. Pablo Iglesias quiere ganar todo o se irá. Si el proyecto político o la futura dirección no son las suyas, dimitirá. Por eso se presenta a la Secretaría General, donde no tiene rival, y también al Consejo Ciudadano (la dirección estatal), aunque no tiene intención de quedarse como uno más de la dirección si pierde. El objetivo es doble: ganar a Errejón en la misma votación y hacer de arrastre para el resto de personas de su lista.
El secretario político, por su parte, sabe que Iglesias es el único que hoy por hoy puede ser secretario general de Podemos. Quiere lo que representa para la militancia, pero no tanto sus propuestas políticas. Ha criticado el «plebiscito» planteado por Iglesias y teme que los inscritos no le apoyen a él y a sus tesis, que considera mayoritarias, por miedo al paso atrás anunciado por el líder, que atesora todavía el respeto de las bases.
El sábado, en el primer acto de campaña del equipo Recuperar la Ilusión, el escenario estuvo dominado por una fotografía gigante de Iglesias y Errejón abrazados y sonrientes. El lema: #VotaEquipoIñigoYPabloSG. La respuesta fue inmediata, con mensaje de Iglesias incluido contra el uso de la imagen.
Madrid, en el origen del conflicto
El sonoro portazo de Alegre de este domingo abunda en una crisis interna a medio camino entre lo político y lo personal.
Alegre es algo más que uno de los fundadores de Podemos. Es amigo de juventud del actual secretario general. Su relación va más allá de una afinidad política. Iglesias encargó a Alegre algunas de las tareas más delicadas que afrontó el partido en su nacimiento. Llevó la relación con los medios de comunicación muy al principio. Preparó el primer encuentro de círculos de Podemos, poco después de las elecciones europeas de 2014. En otoño de ese año, organizó la I Asamblea Ciudadana. Y en febrero de 2015 fue elegido para liderar el partido en la Comunidad de Madrid.
Esa última misión acabó en fracaso, que le ha terminando apartando de la primera línea de la organización que ayudó a poner en marcha, lo que para la mayoría está en el origen de buena parte de los males que afligen a Podemos.
Entre el final de 2015 y la primavera de 2016 se movieron los cimientos del partido en su principal feudo. Primero fue la dimisión, callada, de Juan Manuel del Olmo antes de las elecciones del 20D. Del Olmo es uno de los señalados por Alegre en su artículo.
En marzo todo se precipitó con la renuncia del secretario de Organización autonómico, Emilio Delgado, y el de otros nueve consejeros afines a Íñigo Errejón dos días después. Aquella maniobra, cuyo objetivo era derribar a Alegre, se llevó por delante al secretario de Organización estatal, Sergio Pascual. El motivo: «La constatación de que, pudiendo hacer algo por frenar las dimisiones, no hizo nada», apuntaron entonces desde la dirección de Podemos.
No eran las primeras teorías de la conspiración en Podemos. Pero sus consecuencias llegan hasta hoy. Por entonces se comenzó a hablar de la operación Jaque Pastor, que en las últimas semanas ha vuelto a la actualidad. Una supuesta orquestación de movimientos que se habría fraguado por mensajes de Telegram (una aplicación similar a WhatsApp) y que, por un despiste, habría llegado a ojos de Pablo Iglesias y su entorno. Unos pantallazos que pocos reconocen haber visto y que nadie enseña a los periodistas que llevan meses intentando confirmar esa teoría.
El artículo de Alegre se produce a cinco días de que se defina el camino y la dirección de Podemos. El cofundador y exdirigente se despacha en él contra algunos de los nombres más próximos a Pablo Iglesias: su jefa de Gabinete, Irene Montero; el dirigente Rafael Mayoral y el diputado Juan Manuel del Olmo. A ellos los acusa directamente de «parasitar a Pablo hasta destruir al organismo», a Podemos.
Esta imagen del Pablo Iglesias «secuestrado» no es nueva entre los críticos, aunque nunca se había expresado con la crudeza con la que lo hace Alegre. Y desde hace meses es rechazada por su entorno de forma tajante. La idea se resume en un «quien diga eso, no conoce a Pablo».
Alegre también critica duramente a los afines a Errejón. «Yo mismo he sido víctima de ataques de ‘errejonistas’ que tampoco sentían ningún respeto ni por el secretario general de Podemos (en términos orgánicos) ni por Pablo Iglesias (en clave personal)», asegura en referencia a las dimisiones y maniobras ocurridas en Madrid. Y a Anticapitalistas, de los que escribe que «no lograban entender el tipo de operación que teníamos por delante» durante la I Asamblea Ciudadana, y que «disparaban de un modo insensato contra el líder que necesitábamos».
En su artículo, Alegre solo salva de la quema a un número muy reducido de personas. Su secretario general y amigo, Pablo Iglesias; dos de sus principales colaboradores, Miguel Vila y Eduardo Fernández Rubiño; y algunas de las personas más implicadas en 2015 y 2016 que han terminado centrifugadas del entorno de Iglesias: «Pedro de Palacio, Clara Serrano, Carlos Fernández Liria, Dani Corral, Paz Vaello y un largo etc».
El «núcleo irradiador» del espacio del cambio que en tres años ha logrado las alcaldías de las principales ciudades de España, presencia en todos los parlamentos regionales y 67+4 diputados en el Congreso con cinco millones de votos tendrá como principal labor el 13 de febrero intentar reconstruir lo que ahora parece destrozado. Siempre que no pase algo más de aquí al sábado. O después.
Si lo logran será sobre la base única y exclusivamente del proyecto político. Lo personal, tan importante en la génesis de Podemos, nunca volverá a ser lo mismo.