El temporal de intensas lluvias, fuerte viento y nieve – tiñó de blanco incluso el litoral norte de Alicante- que azotó la Comunitat Valenciana hace apenas una semana ha dejado gravemente herido el litoral valenciano, con algunas de sus playas más importantes en estado catastrófico. Las consecuencias, aunque previsibles, no dejan de ser dramáticas y tienen difícil solución, como reconocen los expertos.
El ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, visitaba el pasado lunes algunas de las playas afectadas para conocer ‘in situ’ las consecuencias del temporal -este viernes, el consejo de ministros aprobaba la declaración de zona catastrófica (‘zona afectada gravemente por una emergencia de protección civil’ según la nueva denominación) de los municipios afectados-, y reflejaba el compromiso del Gobierno de reparar los daños producidos en el litoral antes de Semana Santa. Sin embargo, estas actuaciones no devolverán las playas a su estado anterior.
Como reconoce Eulàlia Sanjaume, catedrática de Geografía Física de la Universitat de València con más de cuarenta años de experiencia trabajando y estudiando el litoral, estamos ante un problema que «ya no tiene solución», más allá de «tapar agujeros», al tiempo que comenta: «Cada vez que haya un temporal, sus efectos sobre la costa serán más graves que el anterior». «El diagnóstico está hecho desde hace muchos años, pero nos hemos dormido».
En este sentido, explica cómo las playas -«son sistemas vivos muy delicados, que pueden vivir muchos años si las alimentas bien pero que si no, se mueren»- no mantienen el equilibrio que mantenían hace unos años. La principal causa, que no reciben las aportaciones de sedimentos procedentes de los ríos y las ramblas. Como explica, los principales cauces fluviales están regularizados con multitud de embalses que impiden ese aporte continuado de sedimentos, mientras que las ramblas, en muchos casos, has sido utilizadas para la extracción de áridos e incluso se han encauzado, recubriéndolas de cemento y hormigón, lo que también impide que el agua arrastre a su paso esos sedimentos necesarios para la regeneración del litoral.
Un ejemplo de la situación de los ríos lo podemos ver, apunta Sanjaume, en el Ebro, el principal cauce fluvial de la costa mediterránea cuyas aportaciones deben viajar hacia el sur pero que sin embargo está viendo cómo su delta está retrocediendo.
También afectan a la costa las actuaciones urbanísticas en primera línea de playa, con edificaciones y paseos marítimos que en el último tercio del siglo pasado se construían lo más próximas al mar posible, destruyendo barreras dunares y todo tipo de protecciones naturales, y, sobre todo, los puertos y los numerosos espigones que siembran el paisaje litoral valenciano y que actúan de barreras, dificultando la deriva litoral -ese transporte de sedimentos-. «La arena se va de las playas, pero no es sustituida», advierte.
Así mismo, la profesora en Geografía Física llama la atención sobre otro factor que también influye en que los efectos de los temporales sean mayores que hace unos años: el aumento de la temperatura del agua. «El mismo temporal llegará ahora más lejos en la costa por ese calentamiento», insiste.
El Puerto de Valencia y las playas del sur
Un claro ejemplo se encuentra en las playas del sur de Valencia, seriamente afectadas por la afección del Puerto y su última ampliación. Los vecinos de El Saler criticaban esta semana el escaso interés de la Autoridad Portuaria por conocer los daños ocasionados por el temporal, cuando responsabilizan de gran parte de los destrozos a la ausencia de medidas correctoras tras la ampliación del Puerto. Las actuaciones, que se iniciaron en 2008 y preveían un «impacto severo» en las playas, se han traducido en que el Puerto ha duplicado su superficie, pasando de ocupar cerca de 1,5 millones de metros cuadrados a más de tres millones.
Sanjaume lo explica de manera muy gráfica: «Cuanto más grande es la trampa (el puerto), mayor es el problema, porque estamos ante una pantalla opaca, como reconocen los propios ingenieros», al tiempo que apunta que los efectos de la ampliación llegarán a las playas del Perellonet y el Perelló: «Hace años que lo vengo advirtiendo».
Un informe de 2013 del catedrático de Puertos y Costas de la Universitat Politècnica de València José Serra Peris, que ha realizado un seguimiento de la evolución del litoral sur de Valencia, llamaba la atención sobre la situación de «riesgo elevado» de la playa de la Devesa de El Saler, que, de no mediar actuaciones paliativas, se podría encontrar en una «situación crítica de recesión» a medio plazo. Así, explicaba la pérdida de anchura de la playa, que había quedado por debajo de los 45 metros que marca el límite para una playa sostenible, cifraba en más de 17.000 los metros cúbicos de arena que se perdían anualmente y alertaba de la desaparición de la denominada «barra de estabilidad», una especie de banco sumergido de arena que habría llegado a tener 150 metros de ancho. Su propuesta, realizar aportaciones de 25.000 metros cúbicos anuales de sedimentos para compensar las pérdidas.
Posibles soluciones
Sanjaume lamenta que sólo se piense en actuar a corto plazo, realizando directamente aportaciones de arena en las playas, en lugar de probar otras posibilidades: «las regeneraciones se hacen con muy buena voluntad pero a la larga se han demostrado poco efectivas porque no resuelven el problema y la arena se vuelve a perder. Es tirar el dinero». Evidentemente, éstas pasan por actuaciones artificiales que sustituyan a las naturales, como las aportaciones de sedimentos, pero advierte de que se tendrían que realizar de otro modo, no sólo en superficie sino en todo el perfil litoral -emergido y sumergido- «porque la playa no acaba donde rompen las olas», aunque reconoce que se trata de intervenciones muy costosas.
Esas aportaciones se podrían realizar con sedimentos provenientes del interior de las propias instalaciones portuarias, donde se acumulan hasta llegar a colmatarse, por medio de dragas continuas, o procedentes de canteras de áridos. En este sentido, apunta que tal vez habría que apostar por cambiar la morfología de las aportaciones, cambiando considerablemente el tamaño de la arena por grava: «No impediría las pérdidas, pero resistiría más». El problema, reconoce, es que sería de difícil aceptación cambiar playas de arena fina por playas de grava.
En su opinión, otra intervención necesaria sería la formación de escolleras submarinas en la costa, a no mucha profundidad, «hasta el momento no se ha hecho, aunque existen experiencias en Estados Unidos desde los años 70, que son positivas desde el punto de vista biológico y dinámico. Se podrían probar en aquellas zonas con mayores problemas de erosión y ver cuál es el resultado, aunque cuando lo he propuesto lo han descartado por los problemas que suponen este tipo de estructuras en la pesca de arrastre o para los deportes acuáticos». Y por último, expresa: «Yo, personalmente, acabaría con las ampliaciones salvajes de los puertos».
En definitiva, la regeneración del litoral valenciano se antoja prácticamente imposible de forma natural debido a que no existe sedimento en el mar, y el poco que pueda haber no circula, y las intervenciones artificiales que periódicamente se producen no resuelven el problema.