Un portavoz del Ejército sirio confirmó lo que se veía venir desde hace días: a partir de la media noche comenzará el alto el fuego en Siria, a excepción de la lucha contra el Estado Islámico (EI) y los grupos yihadistas. Así también lo corroboró el presidente ruso, Vladímir Putin.
Esto es muestra del éxito y la destreza política de Rusia y sus aliados en un país plagado por la guerra. En cambio, la influencia de los países occidentales es modesta en torno a Siria.
Los aliados más importantes de Rusia se reunieron antes de Navidad en Moscú. Los tres ministros de Exteriores de Rusia, Irán y Turquía debatieron su futura manera de proceder en Siria. Al ministro de Exteriores estadounidense, John Kerry, lo dejaron fuera. Tampoco invitaron a otros políticos occidentales ni incluso a las Naciones Unidas con las que podrían haber intercambiado opiniones sobre temas de coordinación.
Triunfo para Rusia, Irán y Turquía
Turquía, por su parte, dejó apartada la continua exigencia de que el presidente sirio, Bashar al Assad, dimitiera de su cargo. «Después de que las fuerzas aliadas del gobierno sirio ganaran considerablemente terreno, la nueva alianza así como la ausencia de las potencias occidentales son garantía de que Al Assad, independientemente del gobierno que sea, seguirá gobernando su país en el futuro», publicó el diario New York Times. Y, esto se puede seguir leyendo en el mismo artículo, «a pesar de que Barack Obama declarara hace más de cinco años que Al Assad había perdido su legitimidad y tendría que ser alejado del poder».
Las palabras de Obama no surtieron efecto. Todo esto hace pensar que la influencia futura de EE. UU. en Siria será limitada. «Rusia entendió que nadie le regala nada y, por eso, tiene que tomar las cosas por su propia cuenta», explica el politólogo Andrew J. Tabler del Washington Institute for Near East Policy.
Esto podría cambiar con el nuevo presidente estadounidense. Es cierto que la política de la administración Trump con respecto a Siria no está muy clara, pero hasta ahora parece ser que la prioridad es luchar contra el EI y grupos similares. De esos objetivos en Siria ya se encargaron Rusia e Irán, lo que podría suponer para Trump que posiblemente no tenga la necesidad urgente de actuar.
Dudosas oportunidades de paz
Si se respeta el alto el fuego y se llega incluso a un acuerdo en torno a Siria, Irán podría pedir que se remunerara políticamente su intervención: preferiblemente con más capacidad de influencia en la región, no solo en Siria, sino también en Irak. La batalla por Mosul muestra los prejuicios de los sunitas hacia los chiítas. Estos están allí presentes con sus milicias y se les culpa en parte de violar gravemente los derechos humanos. Los sunitas por eso no están dispuestos a dejarse someter por la hegemonía chiíta.
El triunfo ruso-iraní conllevaría a que la Hezbolá no solo enfrente a Israel en Líbano, sino también en Siria. El Estado judío no lo aceptaría de brazos cruzados. Ciertos informes aún sin confirmar apuntan a un ataque perpetrado por las fuerzas áreas israelíes en bases de la Hezbolá en Siria y no será desde luego el último. El alto el fuego no es obligatoriamente el primer paso para que haya paz permanente en la región.